Sueños de baile: índice que señala los caminos

En el marco de Un desierto para la danza se proyectó en el Cinepolis el documental Sueños de baile, aquí una reseña sobre el contenido del trabajo de investigación sobre la danza y la maestra ejemplar Pina Baush

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Carlos Sánchez

Primero es el tallo, después el botón. Al final la flor. Nada ni nadie es sin un proceso previo. Sin dolor no hay camino, los avatares cotidianos son la vía hacia la alegría. Sin angustia no hay aprendizaje.

La exploración interior es un punto de partida. Se enciende la luz a través Pina Baush, la maestra que fuma cigarros Camel. Llega la historia en una pantalla de Cinepolis, inclusión en el programa de Un desierto para la danza.

Y estamos allí, encontrando en el documental Sueños de baile, los primeros pasos de un grupo de adolescentes (dirigidos por Anne Linsel), esos púberes del conocimiento que también somos nosotros, los espectadores.

Porque eso es el arte, un llamado a las emociones, la provocación directa hacia la reflexión. Disponernos a sentir desde una butaca.

Entonces ocurre que la voz de éstos adolescentes que llenan la pantalla, bien bonitos todos, transparentes a más, circunstancia de su propia edad, nos tocan el aprendizaje desde sus intentos, los mejores esfuerzos por aprender la danza que significa también aprender la vida.

Precioso timón son las maestras, quienes con alegría, a veces con angustia, anotan con la mirada los aciertos, los yerros de los cuerpos en pubertad para después corregir y felicitar.

Sueños de baile, el documental, es un regalo en su producción, porque contiene una textura preciosa en su fotografía, la nobleza que significa enseñar, y aprender.

Este trabajo nos enseña además, para quienes somos ajenos a las técnicas, a los procesos de construcción de una coreografía de danza contemporánea, los misterios, las herramientas, los esfuerzos colectivos que se requieren para concretar ese momento, esa historias en cuerpos, que vivimos con los ojos después de la tercera llamada.

Un regalo de los organizadores de Un desierto… un respiro a la mente al nutrirla de información que se convierte en conocimiento. Saber por ejemplo los mecanismos de la expresión, los por qué de sonreír, el argumentos del despojo de las ropas, y sobre todo, uf, un estruendo en el cielo que luego nos aprieta el pecho, todos esos instantes de novedad que se revelan en los integrantes del grupo de bailarines en ciernes.

Un instante de esos, por ejemplo, es aquel donde el testimonio de uno de los bailarines versa respecto del tocar otro cuerpo, sentir otro cuerpo, lo que había hecho antes con su novia, pero que nada similar le había proporcionado como ese tocar a la hora del ensayo.

Obviamente el placer es mayor en el aprendizaje de la danza, el contacto con otro cuerpo, porque la acción tiene otro sentido, porque los mismos sentidos dispuestos están para cumplir su función. Nada es de gratis si de bailar se trata.

Sueños de baile nos provee de catarsis, la maravilla de saber el paso por la vida de Pina Baush, la ternura antepuesta como vehículo para tocar una vida, dos vidas, muchas vidas.

Pina Baush en su nobleza se convierte en índice que señala los caminos, y allá van los jóvenes, al encuentro consigo mismos, a la apertura de muchas puertas donde han de encontrarse con lo que son, lo que desean, las alegrías y dolores como una rúbrica inmarcesible en esto de vivir.

Sueños de baile, un documental para encontrarnos y hacernos entender que los temores son también esas barreras que al derrumbarlas se convierten en cimientos. Y crecer.

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