– Ves ese chamizo que cruza la carretera?- Le preguntó Conchita a mi hija Sofía de apenas 4 años.
– Si lo alcancé a ver – respondió Sofía, asomándose a la ventana mientras rodaba veloz la bola de ramas secas sobre la carretera Puerto Peñasco – Sonoyta a unos kilómetros de haber tomado camino.
Nos dirigíamos con Nina a la presentación de un libro de don Memo Munro en la plaza de Sonoyta y para aprovechar y visitar a los abuelos.
Pon atención – le dijo Conchita a Sofía vía retrovisor – te voy a contar una historia muy hermosa de ese chamizo… resulta que una vez un príncipe muy guapo vino de Rusia a invertir en tierras Mexicanas y conoció aquí a una bella princesa Maya. Se enamoraron y juraron amor eterno, pero los papás de ella no permitieron que estuvieran juntos y se la llevaron muy lejos de la aldea donde vivía para que el Príncipe jamás la encontrara. Cuenta la historia que desde entonces él no ha dejado de buscarla y para eso se convirtió en uno de esos chamizos que viste rodando en la carretera y no se va a detener hasta que encuentre a su bella Princesa para estar juntos y ser felices para siempre.
-Entonces ¿ese chamizo era el príncipe?, preguntó Sofía, abriendo más los ojos.
-Puede ser que sea el príncipe.
-¿Y estará buscando a la princesa?
-Si quizá esté buscando a la princesa
-Pobre príncipe
Y desde entonces y hasta ahora cada vez que viajo acompañada de mis hijas a la fronteriza Sonoyta, ya sea en una van o en vehículo, avanzados unos kilómetros Sofía empieza a buscar a través de las ventanas chamizos rodantes que crucen la carretera en busca de una princesa.