On Monday, September 2nd, the Puerto Peñasco Municipal School of Classical Ballet, through the Office of Civic and Cultural Affairs, launches its Fall session of classes with sessions open to all ages. This marks the school’s Third Anniversary under the guidance of ballerina and dance instructor Mariana Zatarian.
For the Fall session, Mariana has added adult/teen classes in pilates, yoga, and ballet to complement her already well-established groups of Baby Ballet (3-5), PreBallet (6-9), and Teen Ballet (12 – and up). The adult classes follow a successful 3-week course in August that combined pilates, yoga, and ballet into a fun, intensive course held at the Municipal Auditorium with the mostly enthusiastic, sometimes groaning, participation of about a dozen women…including our writing squad from Rocky Point 360.
“Dance is dance and as Mariana says, it has no age and it’s never too late to learn something new” – MH
En la clase con Mariana Zatarain Art and Fitness
Por MoKa Hammeken
Fotos por: Manny Sanchez
Al final del curso, en una breve y discreta ceremonia donde Mariana nos entregó nuestras constancias, preguntó a cada una de nosotras si no teníamos algo que decir. Dos compañeras se pararon y dieron gracias a Mariana y expresaron su contento sobre los resultados de las 3 semanas de convivencia diaria, con sus tres o dos horas (dependiendo del día) de trabajo físico extenuante.
La verdad no sé bien como habrá sido el proceso de que Mariana se decidiera por hacer un curso intensivo para adulto. Imagino algo tuvo que ver la gente que decía que “ojalá hubiera algo así para grandes” en comentarios de la famosa red social Facebook cuando publicaban sobre sus cursos de verano para niños, pero sin duda fue genial que se animara a hacerlo.En lo personal no soy buena para hablar, prefiero expresarlo por escrito.
Yo estaba indecisa si entrar o no. La verdad que la idea de aprender ballet ya a mi edad, se me hacía un poco extraño (y por qué no decirlo: ridículo) pero, por otro lado, muy dentro de mi, me encantaba la idea. Malditos estigmas sociales. La danza es la danza y como bien dice Mariana, ésta no tiene edad y nunca es tarde para aprender algo nuevo.
Entonces no sólo yo me animé (a última hora), sino también Sami y otras tantas personas que decidieron que, durante tres semanas, dejaríamos a merced de Mariana nuestros neófitos cuerpecitos para que fueran ganado fuerza, elegancia y gusto por la danza clásica.
Entonces, con tapete, agua, una toalla y mi ropa de “carácter” me presenté a la primera clase y así comenzar con la primera semana.
A calentar, a aprender lo básico, a probar nuestra resistencia y flexibilidad.
Primera clase: Yoga, para empezar ganando confianza (con nosotras mismas y con las demás). Aprendimos a respirar y al mismo tiempo a concentrarnos en nuestro cuerpo: relajar los lugares con tensión (como los hombros y espalda) y apretar los lugares que anden un poco, digamos distendidos (como el abdomen y las pompis). Hay que tener activo todo el cuerpo, despierto, pero sin que esté todo contracturado. Bien parado, con el peso bien distribuido para así sentir cómo la energía fluye.
Cuando uno dice Yoga, siempre piensa en posturas raras y propias de los contorsionistas, y la culpa la tiene la tele. Cuando uno pone el canal para iniciarse o hacer un poco de esa milenaria actividad, sale el instructor que en segundos está hecho un nudo respirando como si cualquier cosa y con esa ligereza invita al televidente a seguirle, y si no puede “puede hacer uso de una silla o ayudarse con un bloque”… En lo personal, nunca entendí cómo utilizar la silla. Ni hablemos del dich
oso bloque.
Pero en este caso no. Mariana nos llevó de la mano entre posturas medianamente fáciles en las que trabaja todo el cuerpo. ¡Estira! ¡Alcanza! Hasta donde llegues, no hay prisa. Hay que ir ganando flexibilidad poco a poco. Roma no se hizo en un día. Obvio si sentía que algo se me jalaba de más o que me temblaban las piernas y ya no aguantaría estar en esa posición, pero es parte del proceso de pasar de la inactividad de estar sentado a un poco de movimiento corporal; hay que verlo como si fuera una rehabilitación de astronauta.
Luego siguió la clase de pilates. Si antes el asunto era de mantener despierto al cuerpo y con la energía fluyendo, aquí el punto principal a tratar es el abdomen, y alargar los músculos para quedar como bailarina. ¡Aprieten el abdomen! ¡Pégenlo al espinazo! … Ahora si, la que no sudó, empezaría a verse un poco roja en el espejo. ¡Alarguen! ¡Aprieten! ¡Y pongan a trabajar esos músculos!… Entre las diferentes formas de hacer “abominables” mi pobre pancita se sentía arder y acostada en el tapete, con las manos entrelazadas a la altura de la nuca, tratando de alcanzar mis rodillas con los codos, me sentía como esos pandas que andan jugueteando en los zoológicos.
Pero, aún nos faltaba la clase magistral: Ballet.
Bueno, con decirles que al poco grácil movimiento paquidérmico, mi mamá le llama “gracia Hammeken”, y en esta clase me di cuenta, que yo pretendo con todas las venas, tendones y ligamentos de mi ser, hacerle honor a mi apellido (exacto, Hammeken) y no traicionar la tradición familiar con eso de ser suave y delicada.
Tan bella, fina y ligera se ve Mariana
al poner los ejemplos, parecía un cisne o una avecilla; y yo solo me imaginaba que cuando pasaba era un episodio más de “Fantasía” con música de tuba de fondo (ahora con ustedes “Towi” la pandita bailadora). Nada más trataba de no verme en el espejo y convencer a mi cerebro que no importara cómo me saliera. A eso iba, a aprender.
Entonces, imaginen el subidón de colores al rostro cuando dijo “Ahora, corran como haditas”… Así fue. Ríanse, pero es mucho más difícil de lo que creen; la posición de las manos, las piernas, puntas, el cuello largo, hombros abajo, espalda recta ¡no saques las pompas!, aprieta la panza ¡ah! Y si puedes voltea ladeando ligeramente la cabeza a la derecha (o izquierda según sea el caso) .. Ahora traten de hacerlo con elegancia ¿Ven? No es tan fácil. Dijo hadas, no ranas.
Al final del día uno termina sudado, estirado y feliz, pero con un extraño dolor de espalda de que por primera vez en no sé cuanto tiempo anduve con la espalda derecha por tres horas… Mi madre estaría orgullosa.
Durante esos días se compartieron en broma los videos de “Fantasía” cuando danzan los hipopótamos y las avestruces.
La semana transcurrió con cierto trabajo y Mariana no dejó que nada perturbara su cara de ternura y comprensión hacia nosotras. Pero fue una fachada. En la segunda semana ¡Y ni se diga en la tercera! Fue inmisericorde…
Las piernas tenían que abrirse más, a los abdominales les aumentó series, en el yoga nos puso una posición de cabeza con la que casi muero asfixiada por mis propias bubis si no me viene a rescatar y corregir la posición. En el ballet era la búsqueda de la elegacia con los codos arriba y la punta perfecta junto con el asunto de una memoria prodigiosa; plié, relevé, tandiú, suflé, cambré; primera posición de brazos, piernas… Quitemos las barras y ahora si, viene lo bueno.
He de confesarles que si antes me sentía panda, para entonces ya no cruzaba por mi mente animal con el que yo me pudiera identificar. Los pandas causan ternura.
En un momento de relajación en parejas fue impresionante ver que con un ejercicio de rotación en los hombros, se notaba el cambio de entre relajado y lo que no… Sin siquiera imaginar que con estar moviendo el brazo de la compañera como manivela sin que ella pusiera resistencia, el hombro se relajaría hasta el punto de que incluso las clavículas estaban a diferentes alturas; teníamos a nuestras parejas literalmente con un hombro arriba y otro abajo ante nuestra mirada atónita. Obvio tuvimos que terminar el trabajo y luego seguíamos los demás. Cuando me tocó a mi, se sentía extraño, como si la piel se estirara de más y estuviera tensa desde atrás de la oreja hasta el dedo medio de la mano, y con un cuello ultra largo. Supongo que nunca había estado esa parte tan relajada.
Durante esas tres semanas aprendimos entonces a relajarnos, a meditar un ratito,a buscar nuestro centro y a subir y bajar escaleras con Daft Punk y su éxito veraniego “Get Lucky”. Mariana fue estricta, sabe lo que quiere y cómo lo quiere… pero también sabe como pedirlo y siempre fue muy dulce con nosotras.
Lo mejor de todo es que aprendimos a divertirnos, a bailar a olvidar el teléfono con sus insistencias y las responsabilidades cotidianas allá, por fuera de la puerta del Auditorio. El mundo no se cayó y la gente no explotó en desesperación. De lunes a viernes del 5 al 23 de agosto, nos enseñaron que podíamos dedicarnos dos o tres horas a nosotras mismas.
Ahora, siguiendo la misma idea ya en una forma no tan intensiva Mariana Zatarain, con la Escuela Municipal de Ballet Clásico, abrió clases nuevas para los adultos que quieran disfrutar de esta experiencia. Las inscripciones ya están abiertas y las clases empiezan el dos.
Yo, aunque fui tal vez una de las que más repelaban, pienso inscribirme y seguir con eso. Es muy buen ejercicio y no es aburrido. Se requiere concentración y fuerza e imagino que a veces carezco de ambas… Creo que soy bailarina de closet.