“Se dicen muchas cosas del sexo” es la obra que llegó el fin de semana pasado (18, 19 de noviembre) a tierras peñasquenses.
La verdad, no sé si sea ya mi cuenta de Facebook que está fallando un poco (bastante) y me muestra las cosas tres días después, o que en serio no le hicieron mucha promoción, pero el caso es que casi me pasa de noche (o sea, no asisto) si no es porque una amiga, Xoja, me lo menciona por chat.
Estábamos hablando de libros, que yo quería (quiero) leer “Siete esqueletos decapitados” de Antonio Malpica, una novela de terror para jóvenes de a partir doce años (no se me espanten, dicen que está buenísima, al grado de provocar el deseo por la lectura en chavos de primaria), y entonces recuerda que el fin de semana se iba a presentar una obra que es de la autoría de Antonio y de su hermano, Javier Malpica, que la dirigía Óscar Fernández (que después me enteré que fue maestro de Susy Mazón) y la actuaban La Caja Negra Teatro, que son chavos de Hermosillo y Kritzia Fajardo que me permito hacer la distinción porque es amiga de Xoja, en años pasados actuaban juntas aquí en Peñasco en el Teatro Callejero Viento Negro, y obvio ella la invitó a ver esta puesta en escena. (Caja Negra, Viento Negro… No, no veo relación ahí).
«La verdad tenía ganas de ir a la obra ¿Tú vas a ir?» Ella (Xoja) tenía un compromiso y yo me estaba enterando de la existencia de ese evento a las seis y cuarto de la tarde. La obra empezaba a las siete. Me metí al link que me envió sobre el evento y vi una foto de ellos muy animados dentro de una camioneta, que venían en carretera para presentarse ese mismo día.
Si ellos podían manejar seis horas para presentarse a las siete, yo bien podía desperezarme, dejar al Yonki de Burroughs de lado (que lo he traído de banderín por toda la casa, pero que no le he avanzado nada), cambiarme (pues andaba vestida – en pants-, pero no presentable), e irme al auditorio, que no me queda a más de cinco minutos, para ver de qué trataba la obra. Todo esto en un tiempo récord de treinta minutos.
Y, me alegro de haberlo hecho.
Pagué mis ciento veinte pesos. Eran cinco para las siete y apenas si habría una veintena de personas, y empezamos como hasta las siete treinta (pasaditas) que llegó más gente ¿Por qué la gente es tan impuntual? (un tema para tratar en futuras ocasiones), y, sobre todo, y muy importante, ¿por qué la gente lleva niños de siete ocho años a una obra de teatro en la que va a pelar los ojos escandalizada ante ciertas situaciones (incluso se ahogó con botana cuando el personaje de la prostituta se abrió el abrigo) y le va a decir a la hermana mayor con urgencia “lleva a tu hermana a comprar churritos” o “llévala al baño” cuando la obra se llama “Se dicen muchas cosas sobre el sexo”, y no “Me he quedado solo en casa, el musical”? Ese es un misterio (y también es tema para otras tantas futuras ocasiones). Claramente decía que era para adolescentes y adultos y si no lo dijera, tantito sentido común no le hace daño a nadie.
Historias de danzón y arrabal, de Alex Sintek una y otra vez hasta que dieron la tercera llamada, y se fue atenuando en un fade out, para dar entrada en escena a un Goyo de voz nerviosa y corbata de moño, memorizándose, con ayuda de una cartulina, las partes del aparato reproductor femenino para exponer en clase. En esas está, preguntándose creo sobre las trompas de Falopio, y suena el teléfono: es su amigo preguntando de forma aparatosa y misteriosa que si “¿YAAAAAAAA?”
Sude y sude, el pobre Goyo, retorciéndose las manitas, pues sus papás le habían dejado solo en su casa por todo el fin de semana y había invitado a Beatriz para hacer “el trabajo en equipo”. Obvio Goyo es virgen (si no esta obra no tendría sentido) y tiene todo tipo de inquietudes e informaciones (buenas, malas, académicas).
Lo divertido e interesante de esta obra son la Madurez, el Instinto y la Culpa, personificados, hablando todos al mismo nivel, al mismo tiempo incluso, con una energía urgente e impositiva, casi a un nivel esquizofrénico. Y Goyo como contenedor de toda aquella guerra de sentimientos.
Estamos en la mente de un adolescente con los recargos hormonales a todo vapor, respondiendo con la misma intensidad a estímulos externos, fantasías y dudas.
Todo está ahí: la presión humillante de los amigos, la incómoda y seca información consensuada escolar, la flamable versión del sexo en las revistas, la parte profesional (la prostituta), los nervios, los sentimientos encontrados, la prisa y obviamente los enredos. Tan es así, que el baño se convirtió en otro protagónico.
Una combinación teatral de Intensamente con los estereotipos de películas de adolescentes ochenteras (o la versión light de American Pie).
Es una comedia muy física e intensa, siempre al borde del colapso, y las actuaciones son tremendas, pero a mi parecer, quienes se llevan las palmas son La Culpa y el Instinto. Es fascinante (real y metafóricamente) el pleito entre estos dos personajes. Ocurrentes, poderosos, presentes. Madurez, muy ad hoc, interviene como un mediador pero con dotes de discordia, pero es quien al final pone a todos a raya.
Supongo que, como lleva ese ritmo tan frenético (hay incluso ocasiones que pasan dos o tres cosas al mismo tiempo), de pronto se me hizo repetitiva, y por ende un poquito larga. Pero como antes dije, estamos en la mente desquiciada de un adolescente, que convive con otros adolescentes (presumiblemente igual de desquiciados).
Al final, ya que iba de salida, platiqué muy breve con Óscar Fernández, el director. Me explicó que ellos habían pedido el permiso de los autores, Antonio y Javier Malpica, para que esta obra fuera su proyecto final y que les había gustado tanto que ya llevan dos años haciéndola (con el permiso de los autores, que no es lo mismo proyecto final, que presentaciones). La idea, por tratar el tema del sexo en mundo de los adolescentes, era presentarse en secundarias y prepas, con humor, para que no se les hiciera pesado, pero han tenido la presencia ni el apoyo que hubieran querido (tanto de las instituciones, como de los mismos padres). Sin embargo, tampoco han dejado el proyecto de lado, y poco a poco han ido presentando la obra en diferentes lugares, como Peñasco, que gozó con el apoyo de la la Fundación George Papanicolau.
Entonces salió a colación en la plática, que fue maestro de Susy Mazón y le tomé un video en el que le mandaba saludos.
La obra propone como máxima (cita citable) “Ni lo que se dice de bueno es tan maravilloso, como tampoco lo que se dice de malo es tan terrible”, con lo cual, me perdonarán, pero estoy en completo desacuerdo; para algunos los subidones son geniales, y los bajones son catastróficos, otros tantos que van de bajón en bajón, otros que rigen su vida con la promesa de un rato de pasión, otros para los que es puro drama, y otros (pocos) para los que les es completamente indiferente. Pero, entiendo que, a estas alturas (y para quien va dirigido), hay que proponer un buen punto medio para apelar a la responsabilidad. Y para eso, hay que informarse bien o buscar fuentes de información más saludables que una búsqueda de las primeras imágenes de google, páginas varias misceléaneas para mayores de dieciocho años y Playboy (que por cierto, nadie lee).
Artículo también publicado en el blog de Moka