Los pintores tenemos algo de sicóticos

Por Carlos Sánchez / sonarquevemos@gmail.com

José Antonio Navalón: Yo antes decía pintar es doler, yo pinto y me duelo, ya no, eso con cuarenta años me valía, pintaba y me atormentaba por dentro, ahora  pintar es disfrutar.

Cd. Victoria.- Debajo de dos árboles está la mesa que a su vez se convierte en caballete, y desayunador. Hay café orgánico servido en tazas blancas. Pan con tomate, aceite de olivo, un poco de fruta, embutido. Hay la prestancia para las palabras, los viajes de la memoria, la constante manera de vivir andando las ciudades, la similitud de un pirata en la mar, los puertos.

navalon-013-620x465 Los pintores tenemos algo de sicóticos José Antonio Navalón, oriundo de Madrid, España, radica ahora en Cd. Victoria. Desde aquí expresa las obsesiones a través de la poesía, y construye también con pinceles como armas. Para enfrentar los fantasmas interiores, para regocijar la infancia, ese niño interno que ahora más que nunca se le apersona.

Un jardín, dos perros, el ruido de las aves, (a veces el tronar de metralla -dice), la estridencia de la violencia puntual en este lugar antes apacible. Muchos colores, varios bastidores ya repletos de sus ideas. El entorno de Navalón constantemente también musicalizado por la presencia de su hija Adith Carla: el empate oportuno para permanecer en los días.

El pintor – poeta nos recibe en la caja de pandora que es su casa, extrae desde su mirada el guiño generoso, nos invita a beber café, a comer pan con tomate, a degustar un ajo, o dos, “los que gustes”. Y así de pronto nos sorprende la conversación:

–¿Qué es el surrealismo?, inquiero cuando ya Navalón me mira otra vez con cara de niño travieso.

–El surrealismo es una búsqueda que hacen unos tíos muy puestos intelectualmente, con mucha inquietud, lo hace André Breton, el padre del surrealismo, y lo sigue un montón de gente, pero bueno Breton se lo inventa, y es buscar la realidad que no se siente, la realidad que no es, que está por debajo del subconsciente, es una búsqueda de una expresión, en literatura funciona muy bien, y donde más funcionó es en la plástica, en pintura y escultura, y es eso que late debajo de la realidad. Eso para mí es el surrealismo, ahí se engancha mucha gente y empalma con París, con Barcelona que en ese momento estaban en pleno auge de la revolución Industrial y de los modernistas, y hay dinero, mecenas, gente que compra arte, y se hace la vanguardia.

–¿En tu pintura hay una propuesta de surrealismo consciente?

–No es consciente, yo no soy un pintor surrealista, he tenido mucho tiempo lejanía con el surrealismo, lejanía consciente, a mí no me gusta.

–Pero en esa obra se ve. (Un cuadro encima de una mesa, con muchos colores, y una intensidad a todas luces).

–No, eso es abstracción, sin embargo, como es tan libre, tan amplia, pues tú allí puedes ver surrealismo, naturalmente, pero el pintor no quiso entrar en la realidad, el pintor lo que quiso es destruir la realidad y hacer otra, no buscar por debajo, esa es la diferencia.

–Entonces la obra se consuma cuando el observador interpreta.

–Sin duda. Sin observador no hay obra, el espectador culmina, y hay una cosa muy bonita, que la he aprendido recientemente, que es la otra mirada, que la obra se culmina cuando alguien la ve, de acuerdo, pero alguien que la ve contamina a la obra, y la obra contamina al que la ve, ya el espectador no va a ser el mismo desde ese momento, ese juego no lo había pensado yo nunca. La otra mirada. Tú estás viendo eso y cuando te vayas ya tienes el paisaje en tu cerebro, y en la medida que la obra sea impactante o cercana a la expectativa del espectador va a entrar más, o menos, va a calar más hondo o se va a quedar en la superficie, pero ya la obra contamina también al espectador, y la mirada del espectador es imprescindible, es un juego, un círculo. Oye, este café está magnífico de olor.

–Cuando te miré por primera vez me dio la sensación de que tienes vida de pirata, que estás siempre navegando.

–Me gusta mucho el concepto abstracto, íntimo, del pirata, sin ley, sin destino, sin patria, sin bandera. Me gusta.

–Además el conocimiento del pirata, todo lo que tienes qué sortear.

–Dificilísimo, pirata no es cualquiera, al pirata le vienen buscando todos los oficiales, todos los que son esos con uniforme.

–En tu pintura me da la impresión de que es un volver a la infancia.

–Sí, soy muy niño, tengo un niño dentro que me habita y que cada vez se hace más fuerte, como le he dejado, pues ya el tío está en todo, a veces jode porque a veces te hace perder la inteligencia, la sabiduría, vuelves a ser un poco pequeño, chavalío, pero a mí me gusta mucho sentirlo, y claro, tuve una infancia en la que se marca mucho esa época porque muere mi madre, yo tenía tres años, me quedo ahí emocional, sicológicamente, me quedo ahí anclado, sujeto, siempre el niño que pierde una madre nunca puede ser un adulto porque está roto a trozos, no tener madre es ser un cacharro dañado.

–Esto que aseveras me parece no tan real.

–Es real, sí, es real. Ha sido una lucha a lo largo de los años, contra la incapacidad de comunicarme, de relacionarme, yo no sabía cómo hablarle a una mujer, con veinte años, porque la madre cumple una función de distribución de la información, de protección, aparte de la seguridad, de las cosas buenas, y si una madre no te da información de lo que es una señora, tú no sabes lo que es una señora, solamente por los cuentos de los amigos, y los amigos siempre están en otra cosa, eso me marca mucho y la pintura quizá es una vuelta a la infancia, admiro a pintores que son profundamente niños, admiro a Miró, a Picasso, a los abstractos como Tàpies, simplifican al máximo, admiro a Mompó, es español y él pintaba como pintan los niños, pero claro, con los conocimientos, los materiales, los tamaños del profesional, admiro mucho  a Miró, ese mundo sintético donde aparecen los juegos, los animales pero con un guiño, me gusta mucho Calder, ese es mi mundo, y luego tengo un mundo canalla, porque no dejo de ser un viejo que entra por la abstracción y se queda mucho tiempo de la mano de Francis Bacon, he estado de la mano ahí chupándole las entretelas y luego muere de una manera que me fascinó, en ese hotel, de la mano de su amante, su amigo, en una habitación, es el colmo, ¿no?, es una novela el tipo.

–De todos estos hay influencia, una mezcla.

–Sí, y cada vez me voy desligando más de ese mundo de Bacon que me obligaba a la monstruosidad. Yo pintaba, durante muchos años, monstruosidades, seres deformes, ese mundo de Bacon, y ya me he ido alejando y en España ya empecé a salir a un figurativo más dulce, menos doloroso. Yo antes decía pintar es doler, yo pinto y me duelo, ya no, eso con cuarenta años me valía, pintaba y me atormentaba por dentro, ahora ya no, pintar es disfrutar. Antes las mujeres tenían tres bocas, una mujer partida, las manos de garfio. Me hizo mucho bien vivir en el mar, nos fuimos toda la familia a una zona costera, mi esposa es doctora en muchas cosas, una chica que siempre está estudiando, y máster en medio ambiente, entonces nos encargamos de una campaña de protección del litoral andaluz, mientras ella hacía sus teorías, su desarrollo, yo me plantaba con mi caballete, luego lo reproducíamos en un gran panel donde poníamos “cuidamos la costa todos”, la campaña de educación ambiental, me pinté ochenta paisajes marinos, y ahí empecé a dulcificar también, en el contacto con el mar que es tan amable y pacifica mucho.

–No obstante tu pintura del divertimento encuentro en ella también momentos de dolor.

–Hay mucho dolor acumulado, no es posible soltarlo todo, lo que sí he hecho ha sido suavizarlo, mira, aquella mujer no es un monstruo (señala una pintura que pende de la pared del porche),  pero no es una mujer bella, está atravesada.

–En esa historia también hay un rictus de dolor.

–Esa es la situación ahora, la apariencia es lúdica, y tras bambalinas, que seguramente, y esto es una reflexión, no afirmación, es lo que le da calidad ahora, amargura, duda y trabajo. Luego lo otro es muy fácil, la pátina exterior, la otra historia es que quede bonito, que se venda bien, que la gente sonría al verlo, es un juego, pero debajo, lo que nutre, lo que da troncalidad a la obra es el dolor.

–¿Cómo estás viviendo estos años en los que según yo, no tienes nada qué perder?

–¿En el que no tenemos ya nada qué perder o que lo hemos perdido todo?

–Esa ya es una interpretación tuya.

–No es que yo lo siento así, pero es que hemos bajado tanto la guardia con los asaltos y arrebatos de los grandes financieros, las grandes empresas, las grandes bocanadas de vulgaridad que no sé si hay tiempo para utilizar.

–Pero en lo personal.

–De mí yo ahora estoy mejor que nunca, pero siempre hay una… creo que los pintores en general, yo desde luego lo soy, tenemos algo de sicóticos, lo reconozco delante de mi hija y de mis amigos, no se lo diría a cualquiera, pero sí que tenemos una parte sicótica, y esa parte va conviviendo y se va adaptando, va haciéndose amiga, se va haciendo querer por la parte racional, seria, organizada, decente, fiel, en ese intercambio hay un crecimiento interior importante, porque la curiosidad la trae el malo, un hombre decente no es curioso, un hombre decente lo que quiere es tranquilidad y una almohada.

–¿No podría ser artista un hombre decente?

–No hay ningún artista decente, imposible, porque un hombre decente no se pone a pintar, hace otras cosas, ni pintar, escribir o esculpir.

–¿Cuáles son tus sueños actuales, a qué aspiras en la vida?

–Aspiro a un lugar que tenga suficiente luz y suficientes metros cuadrados donde pueda desarrollar mi trabajo sin cortapisas.

–La palabra pincel, ¿a qué te remite?

–Me remite a trabajo, a placer, posibilidad de comunicación, un pincel nuevo es una diosa en las manos.

–¿Qué es lo que más se disfruta en la construcción de una obra?

–En los quince minutos iniciales, cuando la mano no tiene guía, cuando el cerebro no sabe a dónde va, cuando el papel o la tela está impoluta y cuando tú te vas dejando llevar, dejando caer y dejando entrar en ese vértigo, en esa atracción del abismo que es la tela en blanco, luego ya todo es mecánico, es más difícil empezar una obra que terminarla, mucho más difícil, porque la obra siempre te está diciendo nene no me dejes sola, no me abandones que soy una mujer, un ser indefenso, sin ti qué haría yo.

Us painters are a little psychotic

By Carlos Sánchez

Cd. Victoria- Below two trees is the table that transforms itself into an easel, and breakfast spot. There is organic coffee served in white cups. Bread with tomato, olive oil, a bit of assorted fruit. There is an ambiance for words, travels through memories, the constant manner of living between cities, the similarity of a pirate at sea, the ports.

José Antonio Navalón, originally from Madrid, Spain, now resides in Cd. Victoria (Tamaulipas, Mexico). It is from here that he expresses his obsessions through poetry, and also builds with paintbrushes as weapons. To confront internal ghosts, to rejoice in childhood, that internal child who now more than ever he becomes.

A garden, two dogs, the noise from the birds (sometimes the thunder of gunfire –he says), the harshness of violence in this once peaceful place. Many colors, various frames already full of his ideas. Navalón’s surroundings are also constantly filled with music with the presence of his daughter, Adith Carla: the opportune draw to stay alive.

The painter – poet receives us in Pandora’s box, which is his home. The generous wink extracted from his gaze, he invites us to drink coffee, to eat bread with tomato, to try a garlic, or two, “whatever you like.” Suddenly we are caught in conversation:

estructura4 Los pintores tenemos algo de sicóticos What is surrealism?  I inquire when Navalón looks at me once again with the face of a mischievous child. — Surrealism is a search done by some very intellectual folk, with tremendous anxiety. André Breton does it, the father of surrealism, followed by a ton of people, though Breton invented it; it is to search for reality that you do not feel, the reality that isn’t, that is below the subconscious, it is a search of an expression, in literature it functions quite well, and where it best functions is in the arts, in painting and sculpture, and that is what beats below reality. That for me is surrealism; that is where many people get hooked and link to Paris, with Barcelona, which at that time were in plain frenzy of the industrial revolution and modernists, there [was] money, patrons, people who buy art, and it became vanguard.

In your painting is there a conscious surrealism? — It is not conscious, I am not a surrealist painter, I have been away from surrealism for a long time, consciously away, I don’t like it. — Yet, it can be seen in this piece (A painting atop a table, with many colors and utter intensity). — No, this is abstraction. Nevertheless, since it is so free, so broad, you can see it as surrealism, naturally, but the painter does not want to enter into reality; what the painter wanted was to destroy reality and make another, not search below, that is the difference.

So then, the work is completed when the observer interprets it. — Undoubtedly. Without an observer, there is no work, the viewer culminates it. There is a very beautiful thing, which I have learned recently, which is the other view. The work is done when someone sees it, agreed, but someone who sees it contaminates the piece, and the work contaminates the one seeing it as the viewer will never be the same from that moment on. I had never thought of that game, the other view. You are seeing this and when you go you have the landscape in your mind; to the extent the work is impactful or close to the expectations of the viewer, s/he is going to enter into it more, or less, it is going to penetrate deeper or it’s going to stay on the surface, but the piece also contaminates the viewer, and the look of the viewer is essential, it is a game, a circle.   Hey, this coffee has a magnificent fragrance.

When I saw you for the first time I had the sensation you had the life of a pirate, that you were always navigating. — I really like the abstract, intimate concept of the pirate, without laws, without a destination, without a country, without a flag. I like it. — As well as the knowledge of pirates, all the things you have to figure out. — Extremely difficult, a pirate cannot be just anyone, all the officials come looking for the pirate, all those in uniform.

In your painting I get the impression of returning to childhood. — Yes, I am quite a child, I have a child within me that is getting stronger, as I’ve let it, and the kid is in everything. Sometimes he messes with you because he makes you lose intelligence, wisdom, you once again turn into a little child, a kid, but I really like to feel that way. Sure, I had a childhood that was marked by that period because my mother died when I was three, I remained there, emotionally, psychologically, I remained anchored there, subject. The child that loses a mother can never become an adult because he is broken, not having a mother is to be an injured pup.

What you’re saying doesn’t seem real to me. — It’s real, yes, it’s real. It has been a struggle over the years, against the inability to communicate, to relate. I didn’t know how to speak to a woman, at twenty, because the mother fulfills the function of imparting information, protection in addition to security, of the good things, and if a mother does not give you information about what a woman is, you do not know what a woman is, only through the stories of friends, and friends are always into other things. That made a mark on me and painting possibly is a return to childhood. I admire painters that are profoundly children. I admire Miró, Picasso, the abstracts such as Tápies, they simplify to the utmost, I admire Mompó, he is Spanish and he painted as children paint, though clearly with knowledge, materials, professional sizes; I admire Miró a lot, that synthetic world where toys appear, animals but with a wink; I like Calder a lot, that is my world. Then I have a scoundrel world, because I don’t cease to be an old man who enters abstraction and stays a while with Francis Bacon, I have been hand in hand there sucking the heart strings and then he dies in a way that fascinated me, at that hotel, at his lover’s hand, his friend, in a hotel room, that’s the worst, no? He’s a novel that guy.

There’s a mixture from all of these influences. — Yes, and I continue to decouple more from that world of Bacon that pushed me toward monstrosity. For many years, I would paint monstrosities, deformed beings, that world of Bacon, and I have begun to get away and in Spain I began to come out with a sweeter figurative, less painful. Before I used to say to paint was to be in pain, I paint and I hurt, not anymore; that and forty years of not caring, I painted and it pained me from within, now to paint is to enjoy. Before, the women had three mouths, a woman split in half, claw hands.

Being at the sea did me a lot of good, the entire family and I went to a coastal spot. My wife has a doctorate in many things, a girl who is always studying, and a master’s in environment, so we were in charge of a protection campaign of the Andalusian coast. While she worked on her theories, her development, I planted myself with my easel, then we would reproduce this at a grand panel where we would put up the environmental education campaign “We all care for the coast.” I painted eighty seascapes, and there I also began to soften, in contact with the sea that is so friendly and calms one so.

Still, in your painting of fun I still find moments of pain. — There is a lot of accumulated pain, it is impossible to release it all, what I have done is to soften it. Look, that woman is not a monster (he points to a painting hanging on the porch wall), but she is not a beautiful woman, she is crossed. — There is also a grimace of pain in that story. — That is the situation now, appearance is playful and background that surely, this is a reflection not affirmation, is what gives it its quality now, bitter, doubt, and work. The other is quite easy, the exterior slip; the other story is that it is beautiful, that it sells well, that people smile at seeing it, it is a game, but underneath, that which nurtures it, that from which the work stems is pain.

How are you living through these years which, I believe, you don’t have anything to lose? — In that which we have nothing else to lose or in which we have lost everything? — That is your interpretation. —- It’s not that I feel this way, but it’s because we’ve let our guard down so much with the assaults and crashes of the grand financiers, the big companies, the grand mouthfuls of vulgarity that I don’t know if there is time to use. —- But, personally. — Me, I am better than ever, though there’s always a…. I believe painters in general, and of course myself, we are a bit psychotic. I acknowledge this in front of my daughter and my friends, I wouldn’t say it to just anyone, but yes we are a bit psychotic, and this part gets along and adapts, it becomes a friend, it becomes loved by the rational, serious, organized, decent, [and] faithful part. In this exchange there is important inner growth, because curiosity brings ill with it, a decent man is not curious, what a decent man wants is tranquility and a pillow. —- Could an artist be a decent man? —- There is no decent artist, impossible, because a decent man doesn’t set about to paint, he does other things, he doesn’t paint, write, or sculpt.

What are your current dreams, what do you aspire to? —- I aspire [to have] a place with sufficient light and sufficient square meters where I can develop my work without reserve. — The word paintbrush, what does this transmit to you? —- It means work, pleasure, possibility of communication, a new paintbrush is a goddess in my hands.

What do you most enjoy in constructing a piece? — In the first fifteen minutes, when the hand has no guide, when the brain does not know where it’s going, when the paper or canvas is unpolluted and when you let it take you, let it fall and enter into this vertigo, in this attraction of the abyss which is the blank canvas; after that everything is mechanical, it is more difficult to begin a piece than to finish it, much more difficult, because the work is always saying “baby, don’t leave me alone, don’t abandon me, I am a woman, a defenseless being, without you what would I do.”

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