Aun cuando en años anteriores era más una celebración del tipo festivo, este año cumplió con las formalidades de una entrega de premios. O, eso me lo pareció a mí.
Con un programa solemne y ágil, pues como había escrito en un artículo anterior, que, ante toda la situación nacional y mundial, Eddie no quería pecar de frívolo. Él deseaba reconocer a los artistas y que estos se sintieran apreciados, pero no se sentía de ánimos para fiesta.
Pero no me gustaría que se quedaran con la idea equivocada, de que fue un evento serio y de gestos rígidos, porque no lo fue. De ninguna manera.
En la línea de registro podías observar que el código de vestimenta era muy amplio; desde jeans y abrigo (como aquí su poco elegante narradora), hasta refinados vestidos largos, zapatillas y luciendo nuevo look. Todos desfilando por la alfombra roja. El área designada para la foto a cargo de Annie Cota (y menciono a Annie, porque fue una de las nominadas de la noche, como artista juvenil). Más adelante, por supuesto el área de refrigerios vinícolas ligeros, con el cual me dio mucho gusto encontrarme.
La primera sorpresa de la noche fue cuando en el umbral Eddie nos saludó «Bienvenidas. Pásenle, todavía hay lugares. Aunque no sé si mesas» … ¿Mesas? Nos volteamos a ver Sami y yo ¿Dentro del Auditorio? A simple vista parecía el mismo auditorio de siempre. Sin embargo, ya poniendo atención, entre las líneas de butacas se las habían ingeniado para ensamblar unas mesas, tan coquetas, como palquitos, que en lo personal me encantaría que se quedaran ahí siempre.
Bien, muy a mi pesar, (porque unas tres sillas más al fondo había lugar en una de las mesitas), me acomodé en la orilla, porque bueno, por razones casi inconscientes, siempre me acomodo en la orilla, (exacto, soy de esas personas que prefieren pasillo a ventana).
Una vez instalada, me dirigí al área de refrigerios y tropecé con Ana Karina, que no supe de donde salió y que entregaba las constancias a todos los que habían sido nominados. Me entregó mi folder y fue detrás de otro nominado que se le había escurrido.
Pedí dos vinos (vasitos), uno para mí y otro para Sami, en lo que iniciaba el evento, (sin enterarme siquiera de que la primera bebida de sangría era de cortesía) y ocupamos nuestros asientos. Ya habían dado la tercera llamada y Eddie dirigía unas palabras de acogida al público.
Se presentaron los conductores Maru Zacatelco y Roberto Escalante, que explicaron de forma breve la historia de los premios y luego, para ver si habíamos puesto atención, hicieron una trivia, en la que te ganabas uno de los productos de los patrocinadores; faciales, sesiones de quiropráctico, cortes y tratamientos para el cabello; conos y banana splits, salidas en barco… entre otros. Premios que estaban disponibles para las rifas, (en el registro te daban un boletito azul que ponías un extremo en la urna y el otro te lo guardabas. Obvio, si no, no podrías reclamar el premio).
Y para los menesteres de la rifa, aparecía en escena Michael, el hijo de Maru. Muy propio, de smoking, fungía “de mano santa”. Al principio la vocecita apretada, con pena, pero que después perdió, al grado que hasta golpeaba el micrófono con entusiasmo, hacía la cuenta de advertencia y repetía los números con excelente dicción, (ciertonúmero a la una, ciertonúmero a las dos… ciertonúmero a las tres ¿Qué? ¿No hay? ¿Nadie quiere? Voy a sacar otro), mientras, (ahora) su apenada madre, ante las libertades que se tomaba el niño, lo alcanzaba para quitarle el micrófono. Gratos momentos del círculo de la vida escénica.
Algo que me pareció muy atinado, es que, justo ahí, en el escenario, en la mesita de los conductores, estaban todas las estatuillas que se habrían de entregar en la noche. Eso le daba agilidad visual y temporal (y a mí, un extraño sosiego); conforme pasaban los ganadores, las estatuillas desaparecían. Eso y que todos los asientos veían al frente, contribuían a que todos pusiéramos más atención a lo que estaba pasando en el escenario; a diferencia de las mesas, que, ahora ya viéndolo en retrospectiva, pienso que fomentaba la plática animada y el chismerío entre amigos, distrayéndonos de lo que ocurría al frente (y vaya que soy distraída).
Estaba absorta (distraída), con mis propias teorías de acomodación, distribución y ubicación, cuando sentí que alguien tocaba mi hombro. Eddie, sabiendo de nuestra curiosidad para con los vinos de El Valle de Guadalupe, pasó y nos entregó una botella «Para ustedes dos. Quiero que disfruten del evento». Y cómo no, si esos son los detalles que calientan el corazón.
Hicimos el refill y un breve brindis (gracias Eddie y Baco por las bondades ofrecidas), cuando llamaron a todos los nominados al frente para una foto. Y ahí voy yo… Y Annie, que tenía que tomar la foto y también salir en ella. Encargó la cámara, eso sí, no sin antes acomodar a todos para que salieran los nominados con sus reconocimientos.
¿Se acuerdan que Ana Karina me dio un folder? Bueno, yo no… Hasta que estuve en el escenario y ya estaban todos listos para el click de la cámara. En la imagen, esa que esta atrás, entre sombras, viendo para otro lado, esa soy yo (no la de la diadema con flor, la otra).
Y empezó la entrega de los premios.
TAIDE se llevó la noche.
Primero Aylin Aguilar como Promesa juvenil. Luego Randy Vega como Artista Consolidado. Y en la categoría Grupal: TAIDE completo. Pero eso no fue todo, también se aventaron un sketch comercial de un comercial donde se anunciaba a los patrocinadores de los Eddie Awards (¿metacomercial?) Sí, estoy consciente de que suena redundante y enredado, pero algo así fue; pues además de ser una puesta en escena, se estaba transmitiendo en Facebook live.
Ocurrió a la mitad del evento. Sorprendió Aylín (ya no en vestidazo, sino en jeans y camiseta de “crew”) con un cartel de SILENCIO dirigido a los presentes, cruzando de extremo a extremo el escenario. Con personas, diademas y camisetas con el inconfundible logo de Televisa, los de TAIDE ambientaron como si fuera un set (con sus directores y asistentes), y el público, con ese giro, se transformó en prop, en gente que hubiera sido invitado a un programa en vivo en los Studios Whatever.
Doña Lucha (personaje) abre un monólogo y es interrumpida por dos turistas. Los del “crew” “fuera de cuadro” hacen gestos, dirigiendo a Doña Lucha y están nerviosos, pero con la consigna de the show must go on, y de que ya estaban al aire, dejan a las turistas despistadas contribuir con el contenido. Hasta que ven una oportunidad en la que las dos pobrecitas “buscafama” se distraen y las sacan con el cartel de APLAUSOS.
Así fue, y regresamos a la programación habitual: Las voces de los presentadores y la entrega de premios.
En los espacios de perfomances musicales estuvieron; Pamela Palazuelos con su eterna pelea con la estola de plumas y con voz salsera sabrosona, Charlie Meza de carácter más serio y romántico , Rabel Durán (que por cierto ya anda el nuevo video rolando por el feis; satisfagan su curiosidad), el baile de Irlanda González, bonito; sencillo, un poco rápido (porque me hubiera gustado verlo más a detalle, pues estoy medio ciega) pero bien hecho; su vestuario, divino. Y Susy Mazón con el monologo el Chelista de Sarajevo, que, si se me permite la observación, más que nada, extrañe al chelista (Susy tan sensacional siempre, que me malacostumbra), como la vez pasada que se presentó, hace ya tiempo, (justo cuando iban a iniciar las clases del EIAA del INBA, y fíjense ustedes, que la primera generación, acaba de graduarse).
Los aplausos proliferaron y los premiados acudían al escenario. Además de los ya mencionados: Trayectoria: Rosalinda Mendoza. Aportación foránea: Doc y Nayo Jones, empatando con Ramsés Chaira (TAIDE le aplaudió tanto que creo se escuchó hasta Caborca). Popularidad en redes: Diana Aurelia Arcega Beltrán. En la categoría Artesanal, Ricardo Monjaráz (quien desde hace tiempo me debe una entrevista). Personaje sobresaliente: Lily Monteverde y Daniel Almada. El premio de Promoción Cultural se lo llevó Laura Rivera, de la tienda/ foro/ cafetería Kilombo (que, por cierto, cada cierto lunes tienen algo, culturalmente hablando. Sigan a Kilombo en Facebook para que se enteren).
Y, por último, y no menos importante, el premio especial, el cual ni los jurados saben a quién se lo van a otorgar (eso lo sé porque fui jurado, y Eddie no suelta prenda, para él eso es Secreto de Estado). En ese momento, Eddie en persona subió al escenario de la mano de su nieto que no le quito los ojos de encima, embelesado el niño con su abuelo durante todo el discurso previo al Eddie Especial (al grado que pensé que podía generarle un dolor de cuello espantoso).
Este año se lo otorgó (el reconocimiento, no el niño, ni el dolor de cuello) a Irlanda González Castro por su, y cito, “brillante trayectoria como bailarina de ballet, obteniendo valiosos premios y becas a nivel internacional, por ello su reciente participación en la ciudad de Chicago, Illinois; donde llevo muy en alto el nombre de nuestro puerto, obteniendo premio de “Platino” y reconocimiento especial de los jueces como mejor coreografía.” Logros obtenidos a la tierna edad de doce años (no les quiero contar yo lo que hacía a esa edad. Nada decoroso tengan por seguro). También Eddie otorgó otro premio a Peggy Turk- Boyer por toda su labor y entrega en el CEDO.
Con eso y un poquito de salsa (la negra tiene tumbao), Maru y Roberto agradecieron a los presentes su presencia, y nos despedimos ya de la premiación.
Bueno, si he de ser honesta, Sami, Susy y yo, nos fuimos a un breve e improvisado after al Jillz. No importando que fuese domingo.