«¿En serio no la conoces? Vas a ver, te va a encantar. No por nada está nominada al Grammy» me dijo Erika Tamaura «Ya no te voy a decir más, porque te voy a arruinar la sorpresa. Tu disfruta».
Entonces, con cierta dejadez y cámara en mano estaba esperando que empezará el concierto. En cuanto apareció en el escenario y su voz atronadora se subió por mi espina dorsal en un un escalofrío. ¡Que bárbara! Qué voz; cruda, visceral, de una melancolía descarada. Me sacudió.
Posiblemente, si la hubiera escuchado en una fiesta, hubiera emitido una opinión sosegada y la hubiera agregado a alguna de mis listas de reproducción. Pero ¡caray! La tenía frente a mi, con toda su energía y su sonrisa hipnótica que parecía dirigida a cada uno de los presentes.
Me quedé petrificada, como si por moverme ella notaría mi asombro y huiría, tal vez ofendida al reconocerme como alguien ajeno. Era una presencia poderosa en Plaza de Armas, era todos los extremos sin puntos intermedios. Incluso olvidé pulsar el obturador, hasta que Erika me saco del estupor con un “¿Qué tal?”.
Canto, bailó, disfruto de su música y la alegría de estar en el escenario haciendo lo que le gusta. Y si algo disfruto mucho es ver y sentir a un artista gozar su arte, apasionarse.
Flamenco contemporáneo en la intimidad de un gran escenario. Y terminé extasiada y sin encontrar las palabras.
Pero las sorpresas no terminaron ahi.
Al día siguiente hubo una rueda de prensa en el Hotel Colonial con ella. Aquella diva fabulosa de fuerza imponente en el escenario, era una mujer soñadora, un monje del arte, con chamarra de piel, jeans razgados, calcetines con perlitas y tenis de agujetas neon (ella misma dijo: “-pertenezco a la única religión legítima que Dios puso en la tierra para el ser humano, que es el arte).
Sorprendía a todos con sus respuestas. Inspiró a más de una persona a perseguir sus sueños, a ser auténticos, a no tenerle miedo a lo que otras personas digan, A existir a vibrar y ser medio locos en un mundo que quiere uniformar la normalidad.
Me entero que no nada más hace música, sino que también tiene libros y después de escuchara, más de uno quería leerla y suelta entre las preguntas ideas como:
«Yo siempre he sido yo misma. Alguna vez quise encajar en la normalidad y sentí que me iba a volver loca completa, porque yo estoy, y siempre he sido, media loca».
«Yo de verdad, de corazón, siento que la música es un reflejo de como vivimos… si tuviéramos que condenar lo que dicen los reggaetoneros por lo que dicen sus canciones, ¿al señor Tarantino dónde lo metemos? ¿A la cárcel?»
«Al final nos terminamos creyéndonos lo que nos cuentan sobre nosotros y terminamos volviéndonos así de pequeños y nosotros somos más grandes que eso.» entre otras en las que expresa la grandeza e importancia de seguir los sueños, de creer en uno mismo y de no tener miedo.
Le preguntan sobre su disco “Para mi”. Cinco temas para un tiempo que vive de prisa y que como le gustaría que se degustara.
«Tal y como lo dice el titulo, para mi ese título nació de una canción de mi disco, y es por que, en estos tiempos que tu mencionas, es importante regalarse un rato a uno mismo y disfrutar de forma egoísta. Pues siempre le estamos dedicando tiempo a nuestra familia, amigos, al trabajo y nos olvidamos de que nosotros también requerimos de nosotros mismos».
Le pregunta también que le gustaría parecerte a Camarón de la Isla, cantante gitano fallecido en 1992. «En nada (e hizo un silencio de algunos segundos sin quitarle la mirada a la persona que formuló la pregunta). En primera porque él es hombre y yo odiaría algo entre las piernas (risas) y en segunda porque creo que no venimos para comparaciones. Lo que pasa amigo mío, es que yo quiero soñar que somos seres únicos, que somos irrepetibles y que no podríamos ser mejores de lo que somos si fuéramos otros. Camarón era un genio, desde luego, espectacular, pero como persona, ahí ya no sé. No sé qué le pudiera envidiar la verdad, a lo mejor si él tuviera unas tetas más grandes, pero intelectualmente, no ¡Ay amigo! Me siento grandiosa en mi cabeza, me siento poderosa siendo yo. No me veo siendo más grande de lo que ya soy.»
Observé que, como, conforme hablaba Buika muchos se acercaban más, o lanzaban el torso hacia ella, con los codos sobre las rodillas, embelesados como niños escuchando.
Cuando me fui con ella pidiéndole una foto ella me respondió, «sí, pero contigo, que estas hermosa» y me sonrojé como colegiala. Me sonrió y me puse nerviosa al grado que no atinaba a poner la cámara en modo selfie.
La foto nos la tomaron y salgo con cara de mensa, así que permítanme tantita vanidad al no querer compartirla.