Parte I.
La inauguración.
Estaba en Cuernavaca cuando vi la publicación en redes de Christian, amigo y director del cine Morelos, anunciando el evento #DiversidadSomos con una película interesante.
Y antes de darle que (probablemente) asistiría, Chris al ver que andaba por los rumbos, me invitó a la inauguración del Festival Diversidad Somos, que ocurriría nada más y nada menos que en sus dominios. No debía faltar (y según entendí, no me perdonaría si lo hacía), en el menú inaugural estaba con la película francesa Where horses goes to die, en la que asistiría su director Antony Hickling, presentarían también Jero, uno de los documentales cortos que se realizaron en el taller de realización cinematográfica, y otro corto internacional, Diversxs. Todos con la misma temática (sino que chiste).
Obvio, debía de cumplir con todo el rito de la inauguración, función y ya después, prometía una fiestecilla, en la que ya nos veríamos un rato y conviviríamos como cuates (pues antes, estaría muy ocupado).
Puesto que el evento era el primero de agosto, la idea era vernos lo más posible antes de mi regreso a Peñasco. Llegue al centro de Cuernavaca, justo a tiempo para ver como divas fabulosas trans y travestís invitaban a la gente a pasar. Todas con abanicos porque hacía un calor del demonio. Obvio, tomé mi respectivo selfie.
El cine Morelos depende de la Secretaria de Cultura y verlos ahí, tan segurxs, tan dignxs y fabulosxs , me entusiasmó. Hace algunos años, una propuesta así hubiera levantado a varios de pestañas, y hubiera sido saboteada o atacada por completo como el Circo de los Horrores en Hermosillo (eso sí fue hace poquito, este año). Se apelaba al recurso de la vergüenza y provocaba en los asistentes y exponentes esa altivez que genera la expectativa (o incluso miedo) de estar haciendo algo prohibido (sí, como la lambada). Ya saben, escandalazo, como lo que alguna vez ocurrió con la proyección de la película Heli (ahí mismo, en el Cine Morelos).
Por mi mente pasaban todo tipo de titulares y opiniones que quedaron tachoneados de un plumazo y taconazo. Y ahora, que puedo decir, ahora era una celebración. Un festival que creció desde el 2011, y que los organizadores estaban emocionados por la explosión de difusión, apoyo, y aforo que tuvieron, o mejor dicho tienen en esta ocasión (pues siguen con actividades hasta el 28 de agosto, de foto, de ensayo, de danza, de teatro, de todo).
El ambiente festivo exhalaba de las puertas de entrada y se confundía con algunas volutas de humo de cigarro, pero qué demonios, le daba más ambiente (lo prefiero mil veces que el aroma a escape de las rutas).
Entonces, Se inaugura el Festival con el ciclo de cine “Corto corto, largo largo” (me encantó el nombre).
Había mucha gente esperando entrar, la función era gratis. El cine enorme, una sala donde caben, no sé si trescientas o quinientas personas (soy muy mala para calcular), estaba lleno.
Muchos esperábamos la película y otros tantos, el debut cinematográfico de Jero (familiares y amigos para echarles porras y aplausos).
El cine parecía vestido de gala, todo él muy elegante, con luces, una pantalla enorme y cortinaje rojo. Todos los demás de jeans y ropa casual (algunos más producidos que otros, pero ya en masa, la verdad es que el efecto era el mismo).
Se presentaron todos. Cesar Guerra, director del festival (a quien después conocí), sus compañeros y voluntarios (una disculpa, no me supe sus nombres) los realizadores de Jero (era su debut) las instituciones que los apoyaron, el radio, la directora de cultura (a quien entre el gentío saludé efusivamente confundiéndola con una vieja amiga mía, y que cuando me di cuenta de mi error, mejor continué con el acto y me dejé llevar por la oleada de personas), el director de la película de gala (Where horses goes to die), obvio mi amigo Christian subió al escenario también.
Como invitada especial apareció Dana Karvelas, primer mujer transgénero en ser premiada como mejor actriz en el festival de cine fantástico, terror y Sci-fi por su papel en la cinta Estrellas Solitarias (y a quien por supuesto, después googlee).
Fue una inauguración muy sencilla, pero con los detalles justos para que todos se sintieran a gusto y bienvenidos.
Empezamos las funciones con Diversxs, un corto español que habla con múltiples historias de la diversidad, de la amplia gama de seres humanos que somos, todo esto en una especie de campamento al que acuden todo tipo de personas en su búsqueda y aceptación del yo y del otro. Una excelente apuesta para empezar.
Luego Jero, un documental más íntimo. Se me hizo algo rápido y al que se le podía sacar mucho jugo. Trata de un niño que se declaró abiertamente gay en un festival escolar y que sus padres le apoyaron al cien por ciento. Después me explicaría César que, si acaso, tuvieron tres días para su realización. Entonces, espero retomen de ahí, porque si así de breve fue emotivo, puede convertirse en algo muy padre.
Llegó el momento de la película de Anthony Hickling. Algo compleja, intensa pero muy poética, armada como en una especie de capas narrativas, casi de la misma forma que el pintor en la película hacia su obra.
Pero eso no fue nada como la sorpresa que me lleve al salir de la sala: el lobby se había convertido en combinación de antro y gala de cine de los años cincuentas (por la arquitectura y las luces). Aventaron por algún lado la aburrida idea del típico vinito y armaron una barra en la que servían cócteles coquetos en copitas estilo martini. Una chica Dj retacaba de música el lugar, y por otro lado vasitos con bastones de zanahoria y jícama, y otros con cacahuates. Luces afuera, luces adentro, hacían de la construcción histórica un espectáculo, que desde el tráfico de rutas, camiones y autos se veía fugaz pero impresionante, al grado de que mejor me abstuve de tomarle una foto, pues casi me atropellaron en tres ocasiones, y en el cuarto intento estaba un camión de pasajeros tapándome toda la entrada.
Desistí por completo cuando vi que no traía nada de pila en el celular, y mejor disfruté.
En casa, le conté a mamá
-¿Y nadie les dijo nada ni les cerraron, ni nada? Mucho desmadre y la gente luego se pone loca- pregunto con velada preocupación.
-No, por fortuna nadie se preocupó por eso.
Diversidad somos, celebra la unicidad, lo genial o anodino de todos sin excepción, sin exclusión. Puedes ser flamboyante o apostar por una persona seria, o “sin chiste” como yo, e igual podías acercarte a pedir un trago, y disfrutar el momento.