Es un baile de gala, que exige ciertas etiquetas; hay que pensar en vestido, zapatos, maquillaje, peinado, accesorios y esos detalles. ¡Definitivamente no ! No es para mí , decía cada vez que se nos hacían llegar una invitación, cortesía o pase de prensa.
Así pasaron varios bailes del Blanco y Negro organizado por DIF municipal para reunir fondos y destinarse a varios proyectos, niños de casa hogar, familias de escasos recursos, y en estas últimas ediciones para apoyar con becas a cerca de 250 estudiantes de preparatoria y universidad y también para apoyar a la casa del estudiante peñasquense en Mexicali.
Fue al terminar la rueda de prensa donde la actual presidenta de DIF, Linda Pivac acompañada de las embajadoras y equipo, anunciaban este tradicional evento cuando dije ,¡Chin chin! ahora si voy, mi comadre Nina me animaba, ¡Si vamos! Y así fue.
El ajuar estaba listo, solo era elegir entre dos vestidos negros, ambos regalos de dos buenas amigas. De entrada, rompería la etiqueta de usar vestido largo, mi humanidad petite y mis gustos no veían más que un vestido corto, y aunque las amigas sugerían que llevara un atuendo largo, llegué de vestido semi corto, llevaba unos zapatos bastante altos para entrar y ver hasta donde aguantaría y otro par por si me cansaba.
El maquillaje corrió con sutileza y calma a cargo de Mariana Rodríguez, que igual te hace un make up que fungir como event planner o coordinar actores y extras para rodajes.
Llegó el momento y tal cual imaginaba que sería, así fue, el lobby era una pasarela iluminada, dos sets para fotografías con arreglos florales y telas negras, las mesas, manteles de lentejuela y copas para el brindis para los que llegaron a tiempo .
Entendía entonces la importancia del outfit y de prepararse con tiempo para este baile de gala. Llegaba el alcalde de Sonoyta con su esposa y amigos, llegaban los funcionarios y empresarios locales y algunos del vecino estado de Arizona, todos con algún propósito diferente y algún propósito común.
Nos dirigimos a la mesa que se había reservado, acompañada de amigos y jefes de trabajo, hicieron la solicitud de las bebidas en lo que servían la cena, la cual fue puntual, ligera y exquisita. No me asusté como cuando me sirven los platillos de chilaquiles y que solo alcanzo a comer la tercera parte.
El diseño y la decoración que corrió cargo de los chicos Josma de Mexicali estuvo de lujo, no se escatimo en flores, las había colgantes en el centro del baile, en los centros de mesa, en pétalos, en el lobby, y a donde volteases estaba de “manteles largos”. Cada mesa tenía su personalidad y propio estilo y los asistentes lo comentaban, la organización del evento era aprobada por la mayoría.
La música llenaba el lugar con el grupo Fiesta Viva que contaba con al menos quince integrantes, entre ellos cuatro vocalistas que se paseaban por la pista y dos bailarinas que tuvieron repertorio para todos, desde Luis Miguel para la hora de la cenita, hasta un poco de salsa, cumbias, las clásicas de los 60´s que los más jovencitos no sabían qué hacer con ellas, hasta reggaetón y norteñas.
Los vestidos más espectaculares los portaban las embajadoras, que venían de la vecina fronteriza de Sonoyta, de Baja California,Caborca, Pitiquito, y otros lugares cercanos así como jovencitas representantes de instituciones y empresas locales. Al terminar su pasarela y presentación sortearon una flor para elegir por suerte a la reina del Blanco y Negro 2018, la cual quedó en manos de la representante de Sonoyta, “mas les vale” dije yo.
El “speech” de los anfitriones fue justo, no hubo palabras de mas ni que restaran, y eso desde mi sano juicio, bueno con una copa de tinto encima, dejaba ver que todo estaba plenamente organizado, lo que se agradece en eventos que son para diversión sin dejar que se olvidara el motivo de dicho baile.
Todo fluía sin contratiempos ni desavenencias. Entrada la noche la gente estaba más relajada que como cuando llegaron, y mientras veía a las mujeres retocarse en el baño pensaba en la inversión que hicieron cada una para sentirse propias en este evento único en el año, y también pensaba en los que mejor se relajaron y olvidaron las etiquetas y se atrevieron a vestir con otros tonos desafiando las miradas.
Había área que los fumadores habilitaron “para fumadores” sin necesidad de salir al frente del salón, también una carreta de taquitos para los que no llegaron a la cena, y que poco les importó combinar su fragancia de parís con el aroma a asada.
Aunque iba en plan de asistente y que disfruté de la fiesta, y que además mi teléfono se descargó casi al inicio del evento, no podía dejar de registrar y guardar detalles. Pregunté si había quienes entre tanto glamour se emborrachaban y me respondieron que, “claro que por supuesto que si”, y al final lo comprobaba. Si no es por un shot más de tequila, casi casi formaba parte de la morbosa estadística.
Al salir no podía faltar una selfie con los anfitriones, y lo mas divertido aceptar la invitación de unas amigas de regresar a casa en limusina. Sería mi primera vez un paseo en una nave de ese tamaño, aunque al siguiente día había que regresar al Centro de Convenciones por el único carro que quedó estacionado.
Y así se cerraba la primer experiencia de un Blanco y Negro, el evento más elegante del año y el que más reúne fondos para que jovencitos peñasquenses puedan inscribirse en la prepa y la universidad, así que sí , ¡Si vale la pena !