Una tarde especial con tortuguitas

Apenas me avisaron de que liberarían a tortuguitas recién nacidas, a la de ya me levanté de la compu y volteé a ver a mi hija pensando en lo que le gustaría presenciar ese evento… vamos Sofia, ponte zapatos y vamos a ver tortuguitas … vamos ¡¡ Yaiii!! y en 15 segundos ya estaba lista; antes de salir llamé por teléfono a la persona que me avisó para corroborar si la liberación sería ese momento, tomando en cuenta que un día antes también habían liberado a unas cuantas tortuguitas… efectivamente es ahorita, hoy también llevaran tortugas al mar, me confirmaban.

Al salir nos encontramos a nuestra vecinita que salía con su mama y la invitamos para que nos acompañara, a la vez que en mi plan B era que me apoyara con mi hija Sofia, distinguida por ser algo inquieta. Salimos en el carro, pusimos gasolina y nos dirigimos rumbo a Las Conchas. En la entrada principal del CEDO no encontramos señales del evento, “es en la sección 4” me comunicó Hiram Peña subdirector de la organización, “ahí verán unas escaleras y se van hasta el fondo…”

Nos enfilamos a la sección 4, nos perdimos de rumbo y al regresar al camino principal buscamos las escaleras y caminamos hasta el fondo, ahí estaban personal de CEDO, algunos niños e invitados especiales ya custodiando las hieleras de unicel en donde se resguardaban las 68 tortuguitas recién salidas del cascaron y que pronto se enfilarían a su hábitat. Al abrir las hieleras pedí que me dejaran tomarle unas fotos, y ahí estaban amontonadas las pequeñas tortugas inquietas, más inquietas que un día antes según dijeron los que se encargarían de llevarlas al mar.

Entre la emoción de verlas y querer tocarlas, los asistentes hacíamos un “amontonadero” y unas voces pedían que nos pusiéramos en una línea y que de ahí soltarían a las tortugas para que caminaran hacia el mar.

Paloma Valdivia de CEDO ponía agua oxigenada en las manos de los que tomarían a una tortuga para encaminarlas a su destino. En lo que investigaba para que, a mi hija Sofia le colocaban una tortuguita en su mano, la cual soltó al sentir el cosquilleo de sus aletas y que yo cache para que no cayera, minutos después casí aplasté a una por buscar un ángulo para foto, dejando en evidencia el “mal ejemplo” que soy para la hija inquieta.

Y así, después de que las colocaban en la arena, poco a poco los frágiles reptiles marinos se acercaban a las aguas del sereno mar, los niños las acompañaban, unas estadounidenses que por casualidad pasaron se apropiaron del evento y también casi pisaban a una tortuguita, mientras los fotógrafos buscaban captar la mejor imagen, la siguiente superaba a la anterior.

Aunque las indicaciones para evitar algún percance con las tortuguitas eran constantes, “no caminen para atrás”, “tengan cuidado al caminar” “no las empujen”, las tortuginas se exponían al riesgo de ser aplastadas cada 3 minutos; quizá la falta de experiencia de los asistentes que no estamos acostumbrados a espectáculos de tal magnitud.

Las tortugas llevaban sus ritmos distintos, llegó la primera veloz y sin pausas a las aguas y seguido un trio que parecían marchar y así poco a poco se fueron sumergiendo al mar mientras se escuchaban voces melosas de los que se emocionaba por presenciar el acto.

Y de pronto, como personaje obligado en la película, apareció una gaviota que se acercaba a las pequeñas y la bióloga Carolina Cardenas divisó, una gaviota ¡!   Ahí va ¡, y para pronto Carlo Lan, que de asistente paso a ser el héroe de la tarde, rodeó a la gente y corrió para tratar de espantarla; cuando el ave ya había hecho tres intentos para capturar a su pequeña presa, y ante la presión de los gritones presentes, terminó huyendo.

Luego de ubicar a la bióloga le hacia una ronda de preguntas y luego la seguía para seguir con la consulta, ¿dónde fue que puso la tortuga los huevos? “En esa duna de aquí de Las Conchas” y luego ¿dónde los resguardaron? “Nos avisaron los guardias, don Jose , dimos aviso a Profepa y procedi a llevármelos a Mayan Palace y ahí resguardamos los huevos en estas cajas en un cuarto con la temperatura ideal de 28 a 30 grados para que pudieran eclosionar y aquí están; fueron 101 huevos y hoy traemos aquí a 68 tortuguitas, ayer trajimos a 13 pero solo 3 llegaron al mar, las demás regresaron a la caja.”

Fue cuando ya quedaban menos de la mitad en el camino cuando decidimos regresar no sin antes llamar a la hija y a la vecina quienes pedían quedarse un ratito más para aprovechar el agua del mar y el nublado cielo que hicieron de ese día una tarde especial e inusual en un puerto que guarda temperaturas difíciles para que un proceso natural de eclosión sea una realidad …

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