Temporada de dietas urgentes

Sí, ya pasó el año nuevo. Hicimos nuestras resoluciones y propósitos y aún no nos cae el veinte. Nos seguimos diciendo con indulgencia  una y otra vez “el lunes empiezo” y llegamos al punto de agarrarnos la llantita, de quedarnos sin aire para subirnos los pantalones o de que el espejo tiemble cada vez que ve un botón,  para que digamos  “ahora si, ya basta”.

Es que ya estoy muy inflamada-  comentamos con las amigas en el Kaffe haus, con un chai latte grande y un pastel de trufa de chocolate que les queda pero de campeonato.

Entonces buscamos en internet, las dietas de los famosos y no tan famosos, las pastillas milagrosas; sopesamos la opción a vivir de jugos y nos queremos meter de inmediato al gym como si este tuviera máquinas mágicas para hacernos flacos. Es momento de entrar en rigor.

Pero craso error. No hay fórmulas mágicas.  No me crean a mi, créanselo a los que están delgados. El secreto es simple: dejar de comer. No por nada la bulimia y la anorexia son tan eficientes en ese sentido (no que yo apruebe esas prácticas, pero sirven para validar mi punto). El chiste es hacerle el fuchi a la comida y no tener miedo en quemarla.

Obvio no es un plan a corto plazo, no. Dependiendo de qué “tan inflamado” se esté (en inglés dirían “it depends of how much you let yourself go”), esto va a requerir de disciplina.

Entonces ya aclarado los puntos “estoy gord@ y tengo que bajar de peso” (sea cual sea la razón), es bueno tener una motivación, cualquiera que se les ocurra es buena (la de “estoy gordo” no es una motivación, es una realidad).

Hay “n” número de dietas (algunas, incluso, requiere de que uno saque maestría en alquimia, pues hablan de combinaciones y transmutaciones, todo un rollo), artículos, blogs, videos, infografías, foros y demás recursos que buscar por toda la web que hablan al respecto. Pinterest es lo de moda, se los recomiendo, tiene unos posters muy bonitos y con frases llegadoras que pueden hacer que incluso el más remolón (como yo) se sienta un pelín motivado.

Por eso yo no voy a decirles que comer, que no, a qué horas y cómo hacerle, solo es una guía de supervivencia rápida, que espero les ayude a logar sus objetivos.

Para empezar, dejarse llevar por la crisis es ideal.  Apriétese el cinturón. En estos momentos en que los precios suben a un ritmo muy disparejo del casi estático ingreso, no es cuestión de lamento si no de motivación.

Deje de lado los tacos y garnachas por muy bien que huelan, recuerde que son gastos hormiga y que con ese dinero bien puede comprar un six el fin de semana (por lo menos a mi me funciona eso de elegir). Si le da ansiedad cómprese unas paletas o cómase la tapa de las plumas.

A tomar agua, la más que se pueda.  Así, toda empanzonado de agua, cabe poca comida.  Compre garrafones.

Si sale a comer fuera, pida agua simple, en vaso y sin hielos antes que cualquier platillo y lo que pida, divídalo en dos.  Es más romántico y económico. Si va con las amigas a comer, igual,  coma la mitad y la otra mitad llévesela a su media naranja; ella admirará sus hábitos con envidia y para su pareja será  toda una demostración de cariño profundo)

Duerma mucho. Eso de dormir es genial, pues en el inter no come.

Vaya al mercado con una tarjeta “saldazo” con dinero justo, así, si se pasa del presupuesto, sufrirá la pena de que su tarjeta no pase.

Tenga un tarro de las chucherías. Cada vez que quiera algo, ponga el dinero que cuesta en el tarro. Chance y se junte lo suficiente después para la lipo o una cirugía cosmética.

Vuélvase purista. El café es eso: grano y agua caliente. Sirve para despertarse y activar la mente, nada más.  No le ponga endulzante porque le va a saber muy bueno y va a querer más y acompañarlo de pastelito o galletas. ¿La ventaja? En muchos lugares, ese tipo de café tiene refill.

El Frape y la crema batida, no son postres ni bebidas, son prohibitivas en esta economía y un invento del Diablo, hágalo dogma y punto.

Siempre tenga en cuenta que va a beber alcohol, aunque no lo haga. Ya que dicen que tiene demasiadas calorías y se procesa como carbohidratos (y todos sabemos que tan malos son). Entonces,  mejor no comer pastas, panes, papas y ese tipo de cosas, y tener esa ventana de posibilidades abierta.  Aparte, menos alimento, menos dinero se gasta uno en ponerse alegre (busque el punto medio)

Por otro lado, si se tiene un holgado presupuesto pero no tiene voluntad, no se preocupe que todo tiene solución.

Lave sus cubiertos con agua de escusado. Así que cuando se disponga a comer propiamente sus alimentos le dará asco y perderá el apetito (o le dé alguna enfermedad intestinal que la lleve a perder varios kilos. Si es así, tome mucha agua)

Deje podrir algún tipo de carne que escurra y ensucie todo el refri, así cuando lo abra, olerá tan mal y le dará tanta flojera limpiarlo, que lo cerrará de inmediato y su mente se ocupará de otra cosa.

Haga un acuerdo para que le lleven fruta a la hora crítica de la media mañana, a donde trabaje. Ruégele que llegue antes que el de las coyotas y buñuelos.

Prescinda de los servicios de esa alma caritativa que para distraerse (o verse con el amor en turno) felizmente se ofrece para ir al Oxxo y traerles cosas a todos. Tome café, tome agua. La coca light también ayuda cuando se quiere algo dulce y hambre.

Al contrario de lo que muchos piensan no haga ejercicio, eso solo le va a provocar angustias y una hambres terribles. Mejor espere un tiempo a que se acostumbre a no comer. Pero eso si cuando vaya a un antro, baile con la energía de un adolescente en un rave.

 

Cualquier enfermedad gastrointestinal es una excelente oportunidad para bajar de golpe kilitos de más y quedar ¡barbaro! no lo desperdicie.

Reserve un viaje ineludible a la playa con alguna amistad con cuerpazo, y pegue un micro bikini o un speedo en el refri. Le dará perspectiva.

Sentir hambre es bueno, significa que ya está bajando de peso… dogma.

Si no hay comido nada mas que dos o tres frutas o algún platillo escueto, premiese por la noche con un trago puro. No todo tiene que ser sacrificio

Me imagino que esto es más que suficiente para mantener arriba la moral, y cumplir por lo menos uno, de esos propósitos.

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