La Eterna Princesa

No hubo Carnaval de nuevo este año y hay gente que lo espera con más o menos alegría (como también hay gente a la que le es indiferente, claro). Pero obvio a la que más le duele esta falta de festividad es a Guille, que ha visto a Peñasco festejar carnavales tan alegres y divertidos, que ahora le arrancan suspiros en la memoria.

Ya había quedado con ella en algún momento, que encantada me dijo que sí. Fui a platicar con ella y de paso hice cite para hacerme un corte de cabello, que ya lo traía medio maltratado.

Siendo Guille muy platicador y alegre, dejé la grabadora correr. Este era el momento de que ella nos dejara conocerla, tanto como quisiera. Al fin y al cabo ella es la que tiene las tijeras por el mango, ni nodo de decirle que no.

Este era su momento, como en los tantos carnavales, donde ella se lucía orgullosa, entre plumas, brillos, colores y tacones del 11. Ahora tendría que hacerlo entre palabras.

-Entonces ¿ que te parece si lo ponemos aquí? – es lo primero que se escucha en la grabación, que es cuando ella, me empieza a quitar cosas de las manos y a acomodar la silla para el corte-

-El chiste es que no te estorbe y que te escuchen a ti- dije yo- y antes de comenzar, déjame nos tomó una foto, así y ya …

Guille se acomodó y yo sonreí sentada frente al espejo, sentada en la silla típica de las estéticas- Espero que salga bien, porque no me peiné en la mañana… bueno si me peiné, pero no como suelo peinarme. Digo, si me pasé la plancha tantito y le hice vuelta en las puntas para que no se viera tan flojito.

-Bueno, entonces, acá- cambia de lugar la grabadora – al fin y al cabo esta mesita, se mueve- tararea alguna extraña canción en lo que me pone el babero y me suelta el cabello, sopesándolo en sus manos, acomodándolo para ver qué largo y que estilo traigo.

-Entonces, ¿cuánto llevas aquí? Tengo entendido que casi, casi eres ya un icono rocaportense- entro en materia.

-¡Ay, cómo crees! ¡Qué mala! – carcajeó generosamente Guille- Mira, pues… yo llegué aquí por allá de mil novecientos setenta y…cinco… En una semana santa. Poquito antes. El pueblo estaba hermoso, ¿vieras que bonito estaba Peñasco? Yo me enamoré. Estaba ¿eh? Hago la aclaración.

-¿Por qué? ¿Ya no lo está? – pregunté lo obvio.

-Pues sí. Está diferente y ha crecido mucho, claro; pero no como antes. Ahora ya tiene otras cosas y está muy bonito, pero nada como la tranquilidad. Antes estaba virgen y tenía su ángel. No había ningún hotel, todas las playas eran de nosotros, la gente era sencilla. Nada más estaban los Palacios ahí en la playa y ya… Era más romántico, pues.

-¿Y llegaste directo a cortar cabello o traías otro plan?

Si, yo desde que llegué aquí, llegué directo y a cortar cabello. Siempre lo tuve bien claro- contesta muy segura- Llegué con un amigo que era estilista, también de allá de por mi rancho, Ciudad Obregón. Allá lo conocí, luego convivimos en Nogales; él se vino para acá y yo me quedé allá todavía otro rato. Cuando nos invitó, pues nos venimos unos amigos y yo, a pasar la Semana Santa. Él ya tenía su estética, me invitó a trabajar aquí, y aquí me quedé. Y justo llegando, participé en el Carnaval.

-¿Desde entonces, eres princesa?

-¡Fijate que si! ¡Desde entonces!- ríe sorprendida- Porque mi amigo, el que me invitó, me dijo: “Yo tengo un vestido blanco y yo voy a ser la reina… y yo quiero que tú seas la princesa”. Ese muchacho, era ya de aquí, no tenía mucho, pero la gente lo apreciaba y todo…- Levanta un mechón de pelo, mide y le avienta agua con un atomizador- Y lo de princesa se me quedó desde entonces, porque, siempre lo he dicho y lo repito…- se queda pensando y mejor reformula- por ejemplo saben, o andas presumiendo, que fuiste reina ¿no? y te preguntan “¿y de qué año fuiste reina?”… ¿ves? Fuiste, en tiempo pasado. Por ejemplo mi amiga, ella fue reina en el año de 1975 y ya. Pero en cambio yo SOY la Eterna Princesa. Y así, yo sigo siendo parte de la realeza-

¿Ese fue el primer carnaval? – pregunté ingenua-

¡N’ombre! – responde sorprendida- Ese fue MI primer carnaval aquí de princesa, pero desde antes ha habido carnavales… Se hacían unos carnavales preciosos, aquí, hace muchos años, muy bien organizados. No me tocaron a mí, de esos que te estoy platicando, pero he visto fotos y la gente me platicaba. Los carnavales empezaron desde mil novecientos cuarenta y tantos. Óyelo bien, cuarenta y tantos. Y mucha gente, ahora ya grande, fueron reinas y toda la cosa. Ya cuando yo llegué ya eran tradición, ya estaban más que organizados.

Es que la gente de aquí participaba mucho, jalaba parejo en los carnavales, antes, en esos años. La hija de fulano, la hija de sutano, las hijas de las gentes de aquí, pues no había más. Y ahora muchas son, que ni las conocen, pero pues aparecen y son reinas. Ha cambiado mucho el ambiente, ya.- recalca con un poco de nostalgia, luego agrega en forma de paréntesis “tu me dijiste que solo despunte, pero hasta aquí, más o menos llega el despunte, para que no te me vayas a espantar” y me señala un mechón de cabello.

-Pero se ponían muy bonitos los carnavales antes- continua- porque, aquí siempre han sido muy blancos, para que lo disfrute toda la familia… Eran “light”- y antes de que dijera nada, aclara- Sí, ya se usaba el “light” desde aquellos años .Porque aquí ¡qué esperanza que saliera gente encuerada, como en otros carnavales! ¡No! Había mucho respeto, tanto de los que desfilaban, como de los que veían, como los que bailaban. Pero es por eso mismo, de que la gente era muy participativa. La gente se juntaba y se organizaba para todo. Había bailes en el Casino Costa Azul, se llamaba. Aclaro, los que a mi me tocaron, porque antes había otros salones de baile. También me tocaron unos en el Malecón, pero si preciosos, que te enamorabas.

-¿Y siempre hacías tú tus vestidos?

-Sí claro… bueno, en medida de lo posible, porque te voy a hacer sincera, yo siempre he sido una persona humilde (y hasta la fecha), entonces, cuando no se podía, también llegué a usar vestidos prestados de mis amigas. Yo sé que a muchas les da pena decir que les prestan las amigas, pero para mi no es ningún motivo de vergüenza que me presten vestidos ¿por qué me va a dar vergüenza? Ellas lo hicieron con mucho cariño y con la mejor de las intenciones. Gracias a Dios, siempre he sido querida por muchas personas, y he tenido muchas amigas. Aparte es como si te arrepientes de ser lo que eres o que simulas ser otra persona.

No. Todo te conlleva a algo, todo. Lo bueno que tuve amigas que me prestaron vestidos o accesorios. No siempre, pero si hubo quien me decía “ay manita, yo tengo un collar” o “ ay amiga, estos aretes te quedan”; Ellas mismas luego llegaban conmigo y me decían “yo tengo”, “yo te presto”, “esto te queda”. Un día llegó una amiga, me acuerdo, “ay, yo tengo un palazzo, pero que ni pintado” del tiempo de los palazzos, y tengo unas fotos en las que salí con unos palazzos divinos, porque para el desfile de los carnavales, yo me compraba mi vestido ¿verdad?, pero ya cuando iba a los bailes de noches de Carnaval, o en Hermosillo, pues ya tenía que ir uno más de gala, e iba más arreglada. Yo no tenía dinero para andar compre y compre; estaba pollita,( joven) y tenía buen cuerpo, todo me lucía, y me invitaban a muchos lados.

¿Como de cuantos años?

-¡Ay que indiscreta! -se ríe- ya vamos a empezar con la cuentas de los años… Mira, yo llegué aquí a los veintitantos años… Yo ya tengo treinta y siete, mas o menos, aquí. ¡No hagas cuentas!

-Mira que de enfrente todo esto te lo voy a cortar- interrumpió su relato- Para que luego no digas. Te va a quedar más o menos por aquí ¿está bien?-

-Si, no hay problema- accedí, como si tuviera otra opción y seguimos con las historias.

Entonces ¿este ha sido siempre el sitio original de la estética?

-Mmmmmno. Yo trabajaba en la estética de mi amigo. Pero luego él, se fue de aquí, dejó el salón y se fue a Sonoyta, creo. Luego creo que no le fue muy bien por allá. Tuvo un percance que le ayudaron a bien morir, pobrecito. Se llamaba Armando Soto Barrón y le decían “La Mayra”, igual y mucha gente se ha de acordar de él.

Y cuando se fue, yo me fui con una amiga que conocí por medio de él, una señora, y esa señora, me puso un salón de belleza, que fue el primer Salón de Belleza de Guille. Así se llamaba el salón, pero no era mío- Ríe- Lo puso Doña Lucy Lombroso. Ahí trabajé algunos años con ella. Con el tiempo, tuvimos algunos detallitos, pues porque vinieron otras personas a trabajar y, pues ya sabes cómo son los negocios. Hacen alguna cosita y sales mal, te echan grilla o algo y ya, empiezan los “dimes y diretes”. Y mejor dije “pues bueno, será momento de independizarme”.

Siempre que me han hecho algo, que incluso parece malo, es para hacerme un bien, siempre. ¿Que curioso verdad?. Es que no hay mal que por bien no venga. Y cuando se lo digo a la gente, es porque yo lo he vivido en carne propia.

Me han pasado muchas cosas. Por ejemplo: Yo lo que primero tuve fue una bicicleta, ¡y me la robaron!, entonces yo dije “bueno, será que ahí viene el carro” – hace una pausa dramática mientras se concentra en un mechón.

-¿Y si?-

-¡Sí! Ni se tardó nada. Si hasta parece que me lo regalaron. Un Ford LTD. ¡Baratísimo!. Una amiga llegó y me dijo “ahí yo tengo un carro. Te lo paso, y me lo vas pagando conforme vayas pudiendo”. Y así fue, lo pagué como pude y me hice de un carrito.

-Entonces debido a algunas jugaditas raras que otra persona me hizo (que no te voy a decir su nombre), me puse a sacar cuentas, mejor dije “pues mejor me retiro de aquí” y entonces otra amiga mía, Doña Luisa Fleches, que en paz descanse, dueña uno de los mejores hoteles de Puerto Peñasco en aquellos años… Estaban ese y el Señorial, que también ya tiene su historia… El Villa Granada ¿ya sabes cual es?

-¿Uno como medio colonial que están arreglando por aquí cerca?-

-¡Ándale! Ese. Aquí en la calle Francisco I. Madero- confirmó- Bueno pues, ese era de Doña Luisa y en ese entonces, ella me prestó un trailer, chiquito, así como… como un huevito. Yo lo arreglé modestamente, y empecé a trabajar ahí. Ahí fue donde yo empecé a trabajar, ya en un salón como mio, encargándome de todo. Mi primer saloncito de belleza- recuerda- ya como quien dice “libre de todo mal, amén”. Y ya de ahí , esa misma señora, me rentó la esquina, ahí mismo donde estaba el trailercito, en la vueltecita. Estaba en contra esquina del Seguro Social.

Luego, junté un dinerito y me fui a tomar un curso de especialización, en un Salón de Tijuana, ya en mil novecientos setenta y… ocho, me fui a especializar, en corte, color, bases, bueno, en casi todo, buscando tener más conocimiento para el cabello. Y desde ese año fue cuando empecé a tomar más cursos.

Estaba yo fascinada. Guille tiene una gran elocuencia para contar las cosas, deberían de escucharla, porque el tono de su voz varía, dándole énfasis, misterio, picardía… Algo con lo que no pueden competir mucho las comas y los puntos. Es como estar con un cuenta cuentos que le da vida a un personaje y, que aparte, te hace piojito. Puede sonar cínico, pero es verdad; la caricia capilar le da un plus . Me corta, checa el largo, lo mueve con los dedos como para que le entre aire… “Ahí va quedando ¿ves?”

-Ahí me quedé un buen rato- continúa- trabajando, muy contenta, muy a gusto, sin problemas, tenía muchas clientas. Tuve como madrina, fíjate bien, a la señora Consuelo Reyna de López, que era una de las jefas de ahí de la aduana marina, y luego a Doña Luisa Fleches, por supuesto y ¡muchos invitados! Muchos invitados pues de los amigos y de la clientela que uno se va haciendo.

-Después se vino una devaluación muy fea, que se fue mucha gente de aquí. Pero tiempo después llegó otra; de todo y de todos lados. Se volvió muy cosmopolita el pueblo.

Llegó de todo y ahorita ya hay de todo. Entonces ¿qué vas a hacer con tu pelo? ¿te lo quieres dejar largo o qué? Porque hay que saber- pregunta inesperadamente

-Pues yo quiero dejármelo largo, largo, como sirena, que de frente me cubra lo que se tenga que cubrir- respondí ante la mirada atenta del reflejo de Guille- Es que desde chica lo he tenido cortito, y ahora quiero hippie setentero.

Jajajaja- suelta una sonora carcajada- Mira, en capas se te vería más bonito, enmarcarían tu cara. Para que no se te vea así, relamido. Porque lo tienes delgadito y así es más versátil.

-Vale, capas. Suena bien.-

-Pero no te lo quiero ver agarrado en una de esas coletas descuidadas, como chongos a la mitad que le dan la vuelta y luego ahí lo dejan colgando con pelos de fuera- Si supiera (o creo que ya lo sabe) que soy una empedernida portadora de ese práctico tipo de coletas malogradas.

-Entonces- continué- Cuando llegaste a Peñasco ¿tú ya habías estudiado para estilista o aquí aprendiste?

-Yo soy lírica, yo me hice a la pura práctica y a puro ojo. Fijate, te voy a decir como empecé en el arte este de cortar cabello: Peinando a mi abuelita. Así es. Ahí empecé; a peinarla, a hacerle trenzas, colitas, a acariciarle el cabello, y desde ahí me empezó a gustar. Luego con mis amigas, con mis hermanas. Desde chiquilla. Obvio cuando llegué aquí, ya había trabajado en saloncitos de belleza y así, porque el que quiere, puede. Yo empecé en los salones a barrer, a limpiar vidrios, a fijarme en lo que hacían, y ya les pedía que me enseñaran. Esas personas no creas que me enseñaron a trabajar, no, nada más me enseñaban lo que les pedía, pero yo tenía que hacer mi trabajo primero. Luego, empecé poniendo pelucas, maquillajes, shampoos, hice de todo, de todo. Ya después cuando me especialicé, ya fue más fácil, por que ya sé lo que es el cabello, que se requiere y todo. Porque tú puedes ser lo nata que quieras y hacer las cosas, pero no conoces por completo lo que haces. Ya conociendo lo que haces ¡te sorprendes de lo que además puedes lograr! Ya puedes experimentar o conocer bien los resultados. Por ejemplo, luego llega gente que se aplicó un tinte y te dice “es que aquí en la cajita venía que así me iba a quedar” , y pues si, en la cajita venía así, pero lo que traes en la cabeza es lo que vale. Entonces si tu quieres un color tal, sabiendo la química y como funciona todo, hago que te quede el color que quieres, y no el “que te agarró”. Cosas así, detallitos que se aprenden con los cursos adecuados.

– Y pasando a otra cosa ¿siempre has sido Guille?

-Desde que me parieron, amiga- sonríe pícara- Mi nombre es Guillermo Salazar Gutierrez para servirte. Yo no tengo sobrenombres. Guille es de Guillermo. Soy original y punto. Obvio si me han dicho de muchos otros modos y sobrenombres, pero yo – y se señala- yo soy Guille desde siempre. Bueno, a veces mis hermanos me dicen Memo, es normal. Yo me llamo Guillermo ¿y como les dicen a los Guillermos? Pues Memo. Si yo ando vestida de mujer y tu me dices Guillermo o Memo, yo te contesto…No me voy a ofender. No voy a dejar de ser quien soy. El hábito no hace al monje.

Pero si, a a partir de que abrí esta estética de D´Guille, que la gente me conoce más así.

-No que sea malo eso de los nombres diferentes, o “artísticos”- aclara- Pero siento que te creas otra personalidad y la gente o conoce a uno, o conoce a otro; como que te escondes y yo no quiero eso. Yo soy Guille y soy quien soy, pese a quien le pese.-

La sabiduría que emana de esta “humilde persona, como ella misma se refiere, me impresionó muchísimo. Es sencilla, sin complicaciones.

-A ver quiero que te mires el cabello. Yo te lo dejé largo y listo para que te siga creciendo. Con capas-

-Sí, se ve padre.- afirmé modelando con la capa de plástico frente al espejo.

-Es para que se te vea más cabello, y así es más versátil. Te hice unas capas así ricas, también de aquellos años. Porque ahorita las capas, la moda es que estén muy marcadas, como de tijeretazos, pero no a todo mundo le favorecen. Bueno a chamaquillas, sí, y a contadas personas, pero tienes que tener una forma muy peculiar de cara.

Ahora ¿qué hacemos? Porque si te lo seco ya no se va a oír nada.- Me dijo preocupada Guille con secadora decidida en mano, a modo de heroína de película de acción.

Pues, no lo secamos y ya.- Hizo una mueca como de no estar muy satisfecha

Ok. – lo pensó mucho, y puso la secadora en su lugar- pero si ya seco, algo no te gusta vienes y me dices.- y prosiguió a darme instrucciones sobre cómo debo de hacerle para el secado. Por fortuna no se requería de mucho. Es más, con que saque la cabeza mientras está el carro andando, queda.

-¿Qué más? – preguntó curiosa.

Entonces vino la pregunta- Pero bueno, entiendo que te invitaron y todo pero ¿por qué Peñasco? ¿por qué quedarse aquí?-

A mi me gustó mucho el pueblo porque la gente era muy amigable, muy cariñosa abierta, y luego le gustaba mucho arreglarse. Se venían a peinar muy seguido, porque había más fiestas, había muchas despedidas, muchos showers. En el Casino Costa Azul se armaban buenos bailes la gente se divertía ¿no te digo que los carnavales eran muy light?

La gente era muy agradable, no te faltaban al respeto, no te decían nada. En los bailes de carnaval bailaba con los hijos, con los esposos, siempre con mucho respeto. Las esposas y las mamás eran las que les decían“ay ándale, saca a bailar a la Guille, ándale” y ahí andaba yo baile y baile hasta que terminaba con ampollas…

Mira, el primer carro que me subí, fue hecho por los soldados ahí en el cuartel. Tenía dos delfines preciosos a los lados, con cerro y las nubes… y allá mero arriba del cerrito, que eran unas piedras, ahí estaba yo, vestida de dios Neptuno… Primera y última vez que participé de dios Neptuno, pero eso sí: la pestaña arriba y la pestaña abajo, digo no hay que perder el estilo… Y si con maquillaje, pero de las arruguitas y todo como de persona más mayor (porque entonces yo no tenía arrugas ni nada). Y varias chicas de aquí, que ahora ya están casadas y todo, estaban de sirenitas. En ese carro salí, después de que salí de princesa con Mayra.

Para las fiestas, había una cantina de Doña Choco, Maria del Socorro del Guzmán, se llamaba la señora, o se llama, porque creo que aún ya anda por ahí, ya sin cantina, eso sí. Ella organizó algunos bailes de carnaval, por mucho tiempo, ahí en su cantina. Tres o cuatro días, de fiesta ¡n’ombre! Luego rogabas que ya llegara el miércoles de ceniza ¡jajajaja! Que mentirosa soy.- corrige- Si me la pasaba tan bien.

Los mejores eran el sábado y el domingo, pero había por los cuatro días. Ya cuando le tocó al Casino, algunas veces nada más eran sábado y domingo que era cuando había más gente.

También me invitaban a los carnavales de otros lados, como el de Guaymas, que no iba de princesa ni nada, solo iba a los bailes. Me encantaba esa gente porque te sentabas en la misma mesa que los secretarios, que los tesoreros, que los presidentes y la gente muy educada siempre te decía “¿baila señorita?” y luego iban y te sentaban a la mesa. Una belleza.

Aquí en Peñasco, las bebidas me las mandaban a la mesa, o a donde yo estuviera, no tenía que andarle pidiendo a nadie ni nada. Nos trataban como a todas unas damas.

Pero uno también tiene que hacer su parte ¿ehee? Nada de cosas raras, no, uno también tenía que ser respetuoso y comportarse. Eso es algo que yo creo que agradece la gente, que yo también trato de comportarme dentro de los parámetros de la decencia… ¡Dentro! No mucho pero si, dentro- se rie

-Mucha gente tiene fotos, cronistas de la ciudad están bien documentados al respecto, desde que empezaron los carnavales y como se festejaban, todo. Don Memo Munro tiene muchas fotografías, en su revista de Nuestra Gente. Yo tengo fotos también por ahí guardadas. Al ratito te las enseño y algunas las quiero subir al facebook. Si vieras, que los últimos tres carnavales estuvieron fabulosos, con artistas invitados, fiestas, bailes, el desfile primoroso… No sé porque estos últimos años ya no han hecho nada.

En una ocasión tuve el placer, la dicha y la satisfacción de usar uno de los vestidos de los que trabajan para el concurso Nuestra Belleza Sonora, Enrique Lerma y ¡me los regalo!. Claro que puedo decir yo que lo compré y que me salieron carísimos. ¡Y para este año ya me estaba haciendo mis vestidos… Haya o no haya, yo tengo vestido y me saco foto ¡cómo no!.. De todas formas si no hay, ya me voy haciendo de mi guardarropa, para cuando se pueda lucirlos. Mira- suspira con tristeza- dijeron que igual y ya para el año que entra hay carnaval, pero quien sabe, lo mismo han dicho los años anteriores, y ahí están mis plumas todas tristes.

-Pero yo no me pongo triste (mis plumas, sí). Las cosas pasan por algo. Y haya o no, la gente me conoce por eso, y cómo tú, vienen muchos a entrevistarme por lo del carnaval; alumnos de las universidades, chamaquitos de secundaria y chicos preparatoria, que vienen y me toman video o me graban, preguntándome de mis trajes, de mis pelucas, de mis tocados. Luego me quedo sorprendida y les digo “¡Qué bárbaros” pero ¿por qué yo?”. Pero ni modo, así es la farándula, amiga- sonríe coqueta-. Y la verdad me da gusto, me satisface que la gente me tome en cuenta, que se acuerden de uno.

-Es que Guille, es el carnaval- dije

-Fijate que mucha gente me dice eso: que yo soy el carnaval, que yo soy la mejor, y la más bonita.-confirma a modo de confidencia- Me dicen que “bonita”, porque yo me visto de carnaval: vistosa, qué es: más plumas, más tocados, más colores, coronas, más brillo, más lentejuelas… Mucho color, que es lo que más me gusta a mi. Y si yo salgo, voy a hacer el ridículo bien. Nada de que a medias tintas. Que si dicen “¡Ahí va la ridícula!”, que le agreguen: “pero mira que bien se ve”; que llame la atención. Y eso no cualquiera lo ha hecho. He salido hasta en el cofre de uno de esos carros que regaló la maestra ¿cómo se llaman?… ¡Una Hummer!

Hace otra de esas pausas dramáticas que tanto le gustan. Se concentra en el reflejo y continúa.

-Dicen que uno cosecha lo que siembra, y que yo creo que he sembrado cosas bonitas, pero eso no lo sabe uno hasta que se muere. Como la nominación a los Eddie´s Awards, que la hizo gente que sabe de arte y cultura, ¡Uff! Eso me tiene por las nubes. Estoy muy agradecida y contenta.

-Recuerdo que ese día te vestiste muy de plumas y con un vestido que tú misma hiciste –

-Si, ese yo lo hice, pero ni iba “tan así”- y mueve las manos dibujando un gran halo sobre su cabeza- fue “término medio” como quien dice, porque era un evento más o menos serio, pero fue Eddie quien me dijo “pero ponte plumas”.

Mira que para mi, vestirme es algo natural, pero cuando me arreglo bien, duro casi medio día arreglándome. Lo hago porque me gusta verme bien, porque me gusta lucir bien, llevar mucho, pero que no se note demasiado… Me encanta, me encanta. Qué lástima… parece que este año no se va hacer nada. De todas formas mis vestidos ya los tengo.-

Se detiene un poco y me mueve la cabeza. Como no usó la secadora , me ventila ventila el cabello con los dedos. Lo levanta, lo esponja y de pronto se le ocurre “Te voy a poner un producto”, desaparece y al poco tiempo reaparece. Lo pone en sus manos y me lo empieza a poner en el pelo con cuidado y continua platicando- Yo siempre he sido pintada, yo siempre me he maquillado, ando enzapatillada, más no de mujer. Me veo femenina pero no ando, ni pretendo ser mujer.(bueno ahorita, no, ni me voltees a ver… si, no voy a estar aquí, parada con tacones del 11. Si de por sí soy alta. Pero pestañita discreta, si traigo). Mas que en el carnaval, que es cuando me pongo tantito postizo, pelucas o tocados, que como son exagerados ya no necesito peinarme, me recojo el cabello y me pongo o peluca o extensiones ¡o plumas! Yo soy de mucha pluma… pero para salir al bar o algo así, nada, arreglada pero al natural.

Eso es lo malo, que para mucha gente, por el simple hecho de ser lo que eres, ya no eres bien aceptado. Es normal también, pues me tocó vivir en los ochentas, que es cuando salió lo del síndrome de inmunodeficiencia adquirida… ¡Ay diosito! ¡qué tiempos! Que nadie sabía nada, que todos éramos neófitos en eso, pero eso sí te miraban y te apuntaban con el dedo… Fijate- dice reflexionando- es cuando yo perdí un poco de gente en la estética.

Por que yo tenía mucha gente, más gente, más trabajo, pero pues… También por el hecho de ser lo que soy, te digo, si bien no eran groseros, no se te acercaban mucho ¿ves?… Si era estimada por mucha gente, pero pueeeesss… ya sabrás.

Pero ya que la gente se dio cuenta, ya que se informó del como, dónde, quienes, el por qué de la cuestión y de que nadie estaba exento, entonces se bajaron los humos. Y ahorita, ya hasta se olvidaron de eso. Todo es cuestión de protección y de estar informado… Es interesante ver todo el proceso.

Y yo como siempre he sido de pareja, pues no ha habido mucho problema. Con mi pareja pasada duré 22 años, aquí, y ahorita llevo 7 (el número de la buena suerte) – y como tampoco he sido ni escandalosa ni nada, qué te puedo decir. Si la gente inventa algo de mi, se me resbala. Si ha habído quienes me inventaran cosas en un periódico, o que sacaran una foto mía junto con una nota fea, pero como realmente no les consta, ni me ando yo exponiendo…

Ni me enojo ni nada, no me ofende. Digo, ya servirá para algo… aunque sea de ejemplo.

De ahí en adelante, me fue muy bien, en el inter tomé muchos cursos de belleza. De los últimos que hice, fue uno de corte y confección para hacerme mis vestidos. Que bien que mal porque no soy ni diseñadora ni modista, pero hago la lucha con mis cositas, medio mal cosidas, pero son para mi y para un ratito… Total. Yo me pongo el vestido y después los deshago. De uno largo se me antoja hacer uno corto o uso la tela para otra cosa, si para eso es la creatividad… Oye si luego me cuesta 200 pesos el metro, pues no las voy a usar nada más un ratito, que se aproveche.

¿Qué otra cosa, se te ocurre?- Paro en seco.

-De esta nueva estética-

¡Ahaaa, cierto! No te he platicado de esta nueva estética, porque te platique de la que llegué con la Mayra, de la segunda cuando Doña Lucy me puso el salón, la sala de belleza D´Guille, la otra, cuando me prestaron el trailer y después inauguré un saloncito, aquí enfrente del seguro social, en contra esquina de la Rocky Imports… – mira al techo hiendo cuentas mentales- Y a de ahí, junté dinero;dije “yo quiero una casa, mi salón, mi estética, grande, y que no pase de una cuadra” Y mira, se me cumplió.

Yo misma, con estas manos, le ayudé al albañil a hacer mezcla, a colocar los ladrillos, no te miento. Y con aquella bendición de Dios, que me hicieron la casa, y yo no tenía dinero, pero el señor me dijo “tu compra el material, yo te hago la casa y ahí me la vas pagando como puedas” ¡Así!, no te miento, ¡Así!, con esos tamaños, amiga.

-¿Eso cuando fue?-

Esto fue en mil novecientos ochenta, inauguré aquí. Y arriba es la casa y también la parte trasera.

Poco a poco, he ido haciendo detallitos en la casa, porque también tengo a mi madre, tengo a mi familia, mis hermanos que entonces estaban chicos y estaban estudiando …

Yo siempre he sido muy de mis hermanos, muy de mi familia. Yo nunca he vivido para mi, ni para los hombres que puedan o quieran (mejor dicho) estar conmigo. No, yo siempre he vivido para mi familia. Yo lo que quiero es que Dios me de lo suficiente como para poder darles o ayudarles.

¿Y nunca has tenido problemas con ellos?

Con mi papá, lógico, con él si. Como soy el primero, el hijo mayor de la casa, ya te imaginarás… Entonces lógico que me daba de catorrazos cuando me miraba mi papá con la manita doblada o jugando a las comiditas- dice extrañamente alegre. No hay dolor en su voz- ¡Ya sé te voy a hacer una trenza!- No espera la confirmación y comienza a separar los mechones- ¡Si! Porque yo desde siempre jugué a las comiditas ¿cómo la vez?.

Asentí, pero con el primero jalón de cabello, regresó la cabeza a su lugar.

-Había un muchachito, que éramos comadres, los dos. Él se llamaba Ramón Atayde, y me acuerdo ¡fijate!. Él está ahorita en Los Ángeles. Jugábamos a las comiditas desde que teníamos 5 o 6 años… Nos veíamos y “¡Comadre! ¡vamos a jugar a las comiditas!” bien emocionados y en una de por la casa (allá en Obregón) había una bodega donde vendían frutas, e íbamos al basurero a juntar frutas, donde encontrábamos frutas ya maduritas; los plátanos, las manzanas; osea bien, no podridas. No era un basurero cochino, no. Obregón era una de las ciudades, a nivel estado, más limpia de Sonora- hace el paréntesis al ver la cara que supongo puse- . Dije basurero, pero no, no es el término correcto. Es la java, las cajas que sacan afuera… porque ya están muy maduritas, pero no echadas a perder… Pues esas nos servían rebien para jugar.

Mi infancia fue muy bonita, nunca fui rechazada por mi familia, no. De que tuve problemas, los tuve, porque en la escuela, tu sabes, yo era una niña, yo no era hombre. Yo me consideraba una niña, y cuando mi papi se dio cuenta de que era niña, me empezó a dar trabajos pesados, que requerían algo de fuerza. Pero, por eso, yo era hija de abuela.

Fíjate. Cuando yo llegué el primer día de clases, ya sabes yo toda contenta, bailando, salí a contarle a la abuela. “Ay mi nana” le dije “ Me sentaron con un niño bien bonito, hay nana, tiene las pestañas bien bonitas, unos ojos bien grandes” platicándole yo a mi abuela. Así como me estás mirando tú – me agarró en curva, porque no supe que cara puse- me miró mi abuela, “ay mijo” me dijo y yo tenía 7 años “definitivamente, tú eres taralailo”

-¿Taralailo? En mi vida había escuchado esa palabra-

-Es una persona, como yo ultimadamente, gay. Pero en aquellos años y en el rancho, así les decían. Yo no viví en el rancho, creo que desde que los tres años me sacaron de ahí, por que mis papás eran eventuales. Ellos salían a las pizcas, a las tierras a cosechar… Eran muy trabajadores, eran trabajadores humildes.

Ya luego en la secundaria, que yo pasaba unas vergüenzas bien grandes, porque mi papá tenía un “dompe” y me llevaba en él. Me daba una vergüenza que mis amiguitos me vieran llegar en esa cosa, pues ya mis amigos llegaban en carro o en camión, o en caminando, pero mi papá me llevaba en eso y me molestaba, porque yo creo que él lo hacía para eso, para molestarme.

Ya cuando mi abuela murió, yo tenía 12 años. Y de ahí me daban unas chingas, ¡oy!¡que horror!… te estoy jalando para que no se te salgan los pelitos ehee- me dice.

-¿Entonces nada más fue tu papá con quien tuviste problemas?. –

Con nadie más, solo con mi papá. Alguna vez algún hermano, pero leve, ya vez como somos los hermanos… Pero hasta ahorita nunca he tenido un problema mayor. Mis hermanos me aman, ellos me adoran. Mi papá era un contratista, muy bueno y reconocido, era muy buena gente. Conmigo era un cabrón, pues porque tenía que serlo. Digo, lo entiendo… Yo era su ¡primogénito! Y le salí raro.

En aquellos años pues no se aceptaba así de buenas a primeras tener un hijo como yo. De hecho cuando mi hermana estudio belleza, que yo le pagué el curso, no la dejaba venir a trabajar acá conmigo. Ya se le figuraba que yo vendería a mi hermana. Por ser lo que soy yo, nada más, no por que me supiera que andaba en malos pasos ni nada, por el simple hecho de ser lo que soy.

Hasta que me salí de mi casa, porque mi papá me corrió; saliendo de secundaria y terminando mi primer año de comercio. Yo tenía como 16 o 17 años. Ya me había corrido otras veces de la casa, pero me iba con la tía, con la prima… así ¿me entiendes? Pero cuando cuando me corrió de a deveras, ya tenía casi 17 años. De ahí me fui a Tijuana, de Tijuana, viví en Mexicali, viví en San Luis… Temporaditas, porque yo trabajaba en ballets, con unos amigas que eran bailarinas . Ahí fue también donde aprendí a peinar, a acomodar las pelucas, el maquillaje. Fue como me metí de lleno, al arte este. A estas muchachas las conocí en Tijuana, porque estaban de gira y por medio de ellas y con ellas, me fui hasta Guadalajara , Hermosillo, Ensenada, partes de más para allá hacia el sur. Eso si, trabajando. Porque yo trabajaba, yo no andaba de malviviente, ni haciendo cosas feas, ni de prostituto ni nada de eso. Por fortuna, no me gustaba eso. Yo siempre me he regalado – bromea- Si me gusta, no cobro ¡jajaja!

Y luego, pues esas muchachas, había algunas que sí eran, digamos “más facilitas”. Eran de ambiente ¿no? Te estoy hablando del Cabaret. Yo estaba chiquita, ya cuando empecé con ellas, tenía 18… y así hasta los veintitantos que me la pase de vaga, para arriba y para abajo, hasta que un día dije ¡YA! – y me sorprende con el grito y el golpe que da con el pie al piso – Me quedé en Nogales, ya a trabajar con otro muchacho y de ahí me vine para acá para Peñasco. ¿Te asusté?- ríe

-Gracias a Dios siempre he andado por el buen camino- sigue muy seria- aunque también me ha tocado caminar por la orillita de caminos medios feos, y me ha servido- dice con cierta tristeza en su voz- porque he visto, como personas como yo, por andar en malos pasos, como mueren, como los tratan, los abusos que hacen con ellos. Y eso fue vital para mi, porque no era lo que yo quería, entonces me dije “¿y como lo voy a evitar?” Pues no andando ahí… Tan sencillo. Trabajando honestamente, siendo respetuoso.

Donde he llegado, he trabajado, y donde he llegado y trabajado, le he mandado dinero a mi madre. Jamás le ha faltado un peso. Desde que estaba con las del ballet, todo lo que yo ganaba, se lo mandaba a mi mamá, porque ellos me pagaban todo. Como jalaba para todos lados con las bailarinas, ellas me compraban la comida, la cena, me compraban ropa, pagaban los viajes, los hoteles, todo. Yo era su dama de compañía.

Eran muy pobres, eramos muy humildes. Mi casa, era de lámina negra, de esa que le ponen chapopote, sin puertas ni ventanas. De eso me acuerdo muy bien yo… Un día andaba quemando yo la casa ¡ay! ¡las chingaderas que hacía!… Pues yo estaba niña, a los 7 u 8 años…

-Jugando a las comiditas- interpuse

-Exacto, jugando a las comiditas ¡Fijate! –

-¿Dejaste la estufa?- se me salió decir

-¿¡Cual estufa, mujer?! – me regañó divertida- ¿Cuál estufa? ¡No! Si teníamos un hornillo, nada más. Cuatro, seis ladrillos, así acomodados y ahí se hacía la comida. No teníamos estufa, ni siquiera de las muy viejas… Tampoco teníamos cama; dormíamos ahí en el suelo, si acaso llegamos a tener catre, o alguna cosa, pero dormíamos en petates. Si ya después, poco a poquito, fuimos comprando catres, nos cambiamos a otro lugar… Bueno, se cambiaron ellos, porque para entonces ya estaba yo “corrida”.

Yo todo les di a mi familia. Yo tuve la satisfacción de regalarle a mi mamá su estufa, su refrigerador, su radio, su sala, su recámara, su tele, su casa, su otra casa, los lotes de mis hermanos, su educación… Al grado que el pasado noviembre fui para allá y no me dejaban venir , por que, a la boda que fui de una sobrina, fue el 18 y mi cumpleaños es el 20. “No” me dijeron “te quedas para tu cumpleaños, Memo”. Que bonito sentí.

Yo siempre le di dinero a mi mamá. Cuando era chiquita, el dinero que me daban a veces para comprarme una tostada o algo así para comer en la escuela, ¡un cinco! me acuerdo. Me los guardaba hasta que juntaba un veinte, y me compraba las revistas de la pequeña Lulú. Las leía y luego las rentaba y de ahí sacaba un dinerito. Luego aprendí a hacer quequitos y le enseñé a mi mamá, y ya nos poníamos a hacer muchos para darles a mis hermanos para que vendieran. Y así con todo. Luego mi mamá hacia comida; cabeza y esas cosas, y a las 6 de la mañana ya estábamos listos para vender. Siempre he estado al pie del cañón con mi familia. Para mi, ellos lo son todo. Quizá por eso solo tengo esto, o quizá por eso tengo todo esto… por que quien sabe si, por que anduviera de desentendida, yo no tuviera yo nada.

Ya inspirada, suspiró rebuscando en los recuerdos, y me imagino a alguien frenético buscando folders en un archivero.

Me voy a ir a mil novecientos setenta y … ¿dos? ¿setenta y tres? Por ahí- empieza a modo de “erase una vez”- Andaba yo precisamente con los del ballet, y conocimos a unas personas de por allá, de esas, chilangas que eran ejecutivos de “nosedonde” (sí, sé pero no te voy a decir) Entonces nos querían operar, a un amigo, Juan José, alias Dolly Magli y a mi. Nos vieron tan fabulosas, tan lindas, tan pollitas las dos, que, si queríamos, nos iban a operar y ellos iban a pagar todo; el busto, la cara, el cambio de sexo… todo. En aquellos años. Tu crees que eso es nuevo pero ya había muchas así.

El caso es que yo no quise operarme, porque yo tuve un momento muy bello conmigo misma en el espejo, en el que yo me vi y me acepté como lo que soy. Desde entonces, yo no necesito de nada para ser lo que soy. Yo ya soy, ya nací así. Como tú me veas, esa soy; ni hombre, ni mujer, ni animal, ni bestia. Yo soy.

Yo me acepté y me quise, que si trompona, que si dientuda, que si fea, pero soy. Yo no puedo cambiarlo, porque si lo hubiera cambiado, sería otra cosa.

-Pero mi amiga, si fue y se operó, aprovechó la oferta. Quedó preciosa. Triunfó en México, la anunciaban a ella en el teatro FruFru al lado de la Irma Serrano como Jessica Muriel, la octava maravilla. Era hermosa y ya arreglada ¡Era una preciosidad! Vino a Peñasco en una ocasión y ahí andaban todos los hombres atrás de ella.

Ella si aprovechó, ella si tenía esa incertidumbre. Bueno a mi también me daban, no te voy a decir que soy perfecta, pero no con ganas, no me daban con ganas. Porque como te dije, si lo hubiera querido, lo hubiera hecho, la tenía muy fácil.

No quise. Pensé en mi familia, dije yo bueno, ¿por qué me voy a hacer eso, si yo no soy esa? ¿Para qué me les cambio si ya me conocen? Yo vine a este mundo a hacer lo que hice, que es sacar adelante a mi familia, sacarla de esa pobreza tan horrible en la que vivíamos, a darle a todos las herramientas necesarias para que salgan adelante. A eso vine, para eso estoy yo en este mundo.

-Por eso no está en mi cabeza, ni operarme, ni ser otra persona. Por eso no está en mi cabeza estar de negativa o andar de malviviente, ni estar ofendiendo a la gente… Soy juguetona, dicharachera, habladora, a veces seria, otras loca… y si alguien la ofendí sin querer, que me diga para disculparme, obvio por mis actos o palabras, no por ser cómo, ni quien soy.

Su golpe sabiduría sincera, fue como un “bisteckazo” crudo en la cara. Impresionante. Esta, una aceptación que muy pocos logran, ni siquiera teniendo los recursos, físicos o intelectuales, para transformarse en lo que “siempre soñaron”. Todos luchamos con eso a diario.

No sé si quieras que te deje la trenza o te hago otra cosa…- Dice Guille

-Está bien, hace mil que no tengo una trenza, las que me las hacía, era mi mamá. Yo lo más que me puedo hacer sin que se me enreden los dedos, son dos colitas-

-Bueno, pues cuando quieras, te vienes y aquí, en un dos por tres, te las hago… de la forma que quieras-

-He tenido muchos obstáculos, porque los he tenido- continúa mientras me aplaca los pelitos rebeldes- Pero de lo malo, siempre me ha salido lo bueno y la verdad es que no me arrepiento. He tenido muchos momentos bellos conmigo misma, momentos fuertes que redirijen mi camino porque me ponen a reflexionar. Ese, frente al espejo es uno. Otro ¿te acuerdas que te conté que también anduve en malos pasos? Bueno, ese fue otro, cuando me dije “¿qué me pasa? Yo no soy así. Yo no quiero terminar, como ese, o como ese o como aquel.

Otro de los momentos más bonitos de mi vida fue esta última vez que fui a Obregón, que mis hermanos me hicieron fiesta . Imaginate. Casi cuarenta y tantos años de no estar un cumpleaños mio en mi casa. Ellos armaron toda la fiesta, ellos hicieron ¡Todo! y se juntó muchísima gente. ¡Callate! Qué cosa más hermosa. Y me buscan, me platican, me preguntan.

Fijate que a mis hermanos, me quieren mucho. Hay veces que me han invitado, que si a la boda o cuando nació una sobrina, y yo no fui… A mi- señala- a mí, me dio pena. A ellos no. ¿Ves que bonito es eso?. Ya después le pedí disculpas. Ya después fui a las bodas, fui a los bautizos, a todo voy con ellos… Para todo me solicitan.

¿Y cuantos son?

-Trece, mira, ahí están- y me muestra una foto- Si, yo soy la mayor… y ahorita ya soy la mas chica.

Tres hermanas y 10 hombres… o bueno, 9 y medio… Y nomás que hace dos años mataron a mi hermano el menor y uno se murió cuando tenía 9 años… bueno, él 9 y yo 10. Es un hermoso ángel que tengo en el cielo… Por culpa de un perro con rabia ¿tú crees? –

Tantos años con mi papá y sus “jornadas de vacunación”, y si me había enterado de perros y gatos, pero no de una persona. O no me había querido enterar.

-Mira, te cuento. Pasó un perro con rabia, y agarró a otro de mis hermanos, lo mordió y casi lo medio mata. Entonces queríamos agarrar al perro, para llevarlo a salubridad (que vivíamos ahí a un ladito) y que le hicieran las pruebas. Teníamos que llevar muestras. Entonces nos fuimos a buscarlo, y en una de esas el dichoso animal, le alcanzó a tentar la uña del dedo chiquito de la mano… así un rasguñito. Y no dijo nada. Salimos corriendo para que lo curaran y le pusieran las vacunas y todo al otro hermano. Yo misma lo estuve llevando, porque mi mamá entonces, trabajaba en el empaque de tomate y yo sufría por el montón de inyecciones que le ponían, en la panza, pobrecito. El ahora es licenciado en matemáticas y es maestro de universidad (y también me costó). Pero el niño no dijo ni pio. De pronto se enfermó y le daban calenturas y calenturas. Cómo me pudo. Ha sido uno de los dolores más fuertes que he tenido en la vida, Ese y cuando se murió mi abuela, que murió después.

Y gracias a todo ese triste, pero fabuloso pasado, existe el increíble hoy: donde yo soy la eterna princesa, donde soy reconocido, donde tengo mi casa propia, mi negocio propio, muchos amigos, muchas entrevistas, muchas historias que contar. Todavía tengo clientas desde hace treinta años, viene gente nueva.

Si anda medio lentón el negocio, tengo amigos que de repente vienen a aprender que trucos de peinado, de cabello y así… Yo nunca me aburro. La vida es bella y hay que disfrutarse.

¡Bueno, yo ya acabé! … ¿y tú?

Yo tomé la grabadora y vi ¡en la torre!, había corrido ya bastante tiempo.

-Viéndolo así, yo creo que yo también. Si esto da para libro, pero era sólo una entrevista… –

Guille ríe de buena gana. – Ay ni te preocupes, tu pon lo que creas bueno.

Ahora espérate, que ahí viene lo bueno… ¿Ya llegó Ariel?… para que le saque las fotos.- Y se pierde detrás de una cortina de cuentas, reapareciendo con un folder con fotos…

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